El Parlamento catalán aprobó el pasado miércoles la preservación de los correbous -festejos taurinos con la suelta de toros por las calles de un pueblo- por mayoría absoluta, con más del 90 por ciento de los votos. Lo curioso del asunto es que la propuesta sólo contó con el voto en contra de los parlamentarios de ICV-EUiA, que cargaron contra el resto de grupos por su “incoherencia” al prohibir las corridas de toros hace unos meses y apoyar ahora el blindaje de estas fiestas populares. Hombre, más que de incoherencia cabe hablar de hipocresía, o de poca vergüenza, para que se entienda mejor. Porque a partir de ahora los aficionados catalanes a los toros no podrán ir a una plaza a presenciar uno de los espectáculos identitarios de nuestra cultura, pero sí a las calles de un pueblo para ver cómo prenden fuego a los pitones de un novillo o de un toro mientras persigue a lo loco a cuantos valientes salen a su encuentro para poner a prueba su adrenalina.