El nuevo informe de la UCO sobre el caso Koldo. No se habla de otra cosa. Son palabras mayores.
Se acabó el vodevil de los mensajes entre Sánchez y su mano derecha, del trabajo de fontanería de Leire Díez, de poner más la mano en el fuego. Todo eso ha quedado como distracción de entreacto. Ábalos en camiseta es el mejor resumen.
Poca broma ha dicho la UCO, que aquí se juega.
Habrá quien se sorprenda y quien habrá puesto cara de sorprendido.
El presidente probó con la de humillado, pero más que del gobierno parecía presidente de un club de fútbol explicando a la afición que se equivocó de entrenador: nos iba a hacer ganar la liga y nos ha empujado a la lucha por evitar el descenso. Sánchez en modo playoff tirando de manual de resistencia.
Supongo que a estas alturas todo el mundo tiene formada su propia opinión al respecto, afilada o destensada en función de las afinidades ideológicas, aunque todas conduzcan al mismo bochorno, con más o menos rodeos. Hay, en cualquier caso, una pregunta que sigue sin respuesta. Y no me refiero a una pregunta sobre algún detalle concreto de la investigación, sino sobre la consecuencia directa de todos los indicios que se exponen en el informe: un nuevo entramado de corrupción.
Y la pregunta es:
¿cómo es posible que después de todos los casos de corrupción política destapados en nuestro país en el transcurso de las tres últimas décadas, de todos los dirigentes políticos, a todos los niveles, que han sido condenados a inhabilitación o penas de cárcel por el ejercicio fraudulento de su labor o el aprovechamiento de su función pública para su único enriquecimiento, de la depuración de controles internos para impedir que vuelva a suceder, de los mensajes sobre regeneración de la vida política, cómo es posible, insisto, que
siga existiendo gente que aprovecha su paso temporal por la administración pública para incurrir en la misma indecencia como si se sintieran poseídos de una sagacidad especial para sortear el ámbito legal, la propia moralidad y la confianza de quienes creyeron en ellos para ocupar un cargo de responsabilidad y bajo el fin último de hacerse más ricos? ¿Cómo es posible? ¿En qué cabeza cabe? ¿Acaso forma parte de su (nuestra) propia naturaleza? ¿Es imposible evitarlo, como le dijo el escorpión a la rana a mitad del río después de clavarle el aguijón y llevarlos a los dos a una muerte segura?
He hecho esta pregunta a varias personas a lo largo de los últimos días. Algunos me han contestado haciéndose la misma pregunta, otros con respuestas difusas, ingenuas, incrédulas, desconsoladoras, que abundan en un factor común concluyente: es inexplicable. O lo que es lo mismo: volverá a pasar.
Después, asimismo, están las preguntas que hay que hacerle a las empresas que aparecen nombradas en el informe por el presunto abono de comisiones para conseguir adjudicaciones de obras públicas, porque aquí no hay enriquecimiento personal sin la participación de un segundo. ¿Dónde queda ahora su prestigio y su reputación, o acaso es una cuestión de inevitabilidad que no debe interferir en la de respetabilidad? Porque aquí anda todo el mundo entretenido con Ábalos, Koldo y Cerdán, con la poca vista del presidente a la hora de elegir compañeros de viaje, con la reclamación de dimisiones y convocatoria anticipada de elecciones, pero, ¿y todo lo demás, o las negociaciones de las mordidas fueron a punta de pistola?
Y, para terminar, si quieren, la política ficción, centrada en el impacto electoral que pueda tener el caso Koldo en las aspiraciones del PSOE en el ámbito regional y municipal.
Si la elección de María Jesús Montero como candidata en Andalucía apenas había despeinado a Juanma Moreno, qué paseo triunfal no le aguarda dentro de un año.
A nivel local ya les digo que lo de esta semana ha sido un mazazo.
Quedan dos años para las municipales, y aunque tampoco suene a ventaja, porque el recorrido judicial y político a partir de ahora es impredecible, en el PSOE se debaten entre las ganas y las dudas bajo una consigna compartida: no mires arriba.
