En agosto, visite nuestro ambigú

Publicado: 24/06/2012
Acabas con la sensación de que nadie quiere darse cuenta de la gravedad de la situación y de que nos vamos a ver atropellados por las decisiones que se toman y de las que nos han hecho corresponsables
Cada año por estas fechas echo de menos los antiguos cines de verano, aquellos a los que se iba en familia, bocadillo en mano, bolsa de pipas y un refresco. Por entonces solo teníamos dos canales de televisión -los más afortunados hasta un aparato de vídeo-, no existían los móviles y, aunque fuésemos incluso más pobres de lo que lo somos hoy en día, vivíamos ajenos a esta angustia y amenaza diaria de los rescates, la prima de riesgo, la subida de impuestos, el copago sanitario y las ruedas de prensa de Mourinho. Al cine de verano se iba a ver la película, pero también a pasar la noche al fresco, a aliviar la sed con botellines de cerveza y a fumar a escondidas. Cada función seguía el mismo ritual e incluía un descanso, que llegaba acompañado de un rótulo sobre la pantalla en el que nos invitaban a visitar el ambigú. 

Aquí y ahora, con más estética teatral que cinematográfica, dicen que el Ayuntamiento tiene ya preparado su propio rótulo para un descanso con adormidera previsto en agosto, que coincidirá con la caída del telón de un primer acto que va a acabar en drama y con voz en grito, aunque sin aplausos. El margen de tiempo, eso sí, permitirá cambiar de escenario, situación y ambiente de cara al siguiente acto de septiembre, cuando se reanude la representación bajo una perspectiva completamente nueva, pero, sobre todo, diferente, por muy previsible que haya sido hasta este momento una narración de una fidelidad indiscutible a las pautas marcadas por la dirección.

Agosto, si se cumplen los tiempos, como sosiego, con su “sol dentro de la tarde, como el hueso en una fruta”, que escribió Lorca, como letargo necesario frente a un antes y un después al que el cuerpo no termina de acostumbrarse, porque vivimos aferrados a nuestras necesidades y expuestos a las ráfagas pendencieras de esta crisis que no sabe ni de nombres y apellidos, aunque el Ayuntamiento vaya a dar a conocer los suyos esta próxima semana.

En fin, basta de metáforas y añoranzas, porque lo que hay en juego es tan cierto y doloroso como inevitable. Disfracen el calendario marcado por el Gobierno local con los colores que les apetezcan, con las referencias precisas, porque con o sin astucia, con o sin argucia, con o sin protestas, quien sigue sin salirse del guión es quien tiene encomendada la toma de decisiones.

Dicen que no ha habido diálogo, solo imposiciones, y lo cierto es que se echan en falta, si no alternativas, sí el que se hayan cotejado determinadas propuestas de la oposición, pero tampoco se entiende -o a lo mejor sí- que el propio Ministerio de Hacienda haya acelerado toda el proceso como si se tratase de una contrarreloj y no de un intento claro y negociado de cómo contribuir a sanear las economías locales.

A partir de ahí, hay quien se queja de la indolencia de la ciudadanía ante los despidos previstos en el Ayuntamiento -los 390 anunciados, más el casi medio centenar de Onda Jerez-;  Pedro Pacheco, por ejemplo, prefiere hablar del miedo inoculado en los jerezanos por todo lo concerniente a la situación económica del momento; e incluso hay quien sostiene que la parálisis actual solo será tal hasta que se dé a conocer la lista de elegidos, ya que muchos temen señalarse y aguardan al momento oportuno de sumarse a la esperada protesta.

Todos pueden llevar parte de razón, aunque lo que no caben son ingenuidades, como las de los que pensaban que el ERE municipal iba a terminar demorándose y guardado en un cajón, porque acabas con la sensación de que nadie quiere darse cuenta de la gravedad de la situación por la que atravesamos y de que, por activa o por pasiva, nos vamos a ver atropellados por las decisiones que unos y otros gobiernos tomen para hacer frente a una situación de la que no nos hacemos culpables, porque no lo somos, pero de la que nos han hecho corresponsables, como si de lo que somos o lo que fuimos solo pudieran quedar los recuerdos o las satisfacciones, como la que esta semana le ha proporcionado José Chamizo a más de uno con su homilía a gorrazos a una comisión parlamentaria. No sé si al final todos terminaremos agradeciendo el descanso.

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