El SAT, que ahora reparte propaganda

Publicado: 11/08/2012
El SOC dio paso al SAT, que suena a programa experimental subvencionado por la Junta, pero no a sindicato de clase reivindicativo, que necesita de la Casa de Alba y de los supermercados para hacerse propaganda
El SOC fue el primer sindicato legalizado en Andalucía tras la muerte de Franco. Ya por aquel entonces la sola mención de sus siglas eran algo más que el germen de unas semillas esparcidas por el campo andaluz en defensa de unos ideales irrenunciables -la tierra para el que la trabaja- y la lucha en favor de una reforma agraria que se quedó en mitad del camino avanzada la recién estrenada democracia.

El escritor Pedro Sevilla, que acompañó a su padre a castrar remolacha siendo todavía un mozo, recuerda en su novela La fuente y la muerte aquella mañana en que aparecieron por la loma los del Sindicato de Obreros del Campo “cargados de banderas andaluzas y de harapos”, y recuerda también a uno de sus míticos dirigentes, Francisco Casero, que “tenía cierta dificultad en el habla, pero hablaba muy claro e introducía mucho la palabra justicia en sus declaraciones (...) Pero claro, su sentido de la justicia chocaba contra la otra justicia, la Justicia con mayúsculas, la que decretaba que ocupar una finca era un gravísimo delito contra la propiedad”.

Como subraya el propio Sevilla, desde una implicación necesaria con esa lucha por el campo andaluz, en el fondo, “todos queríamos un cambio para el campo que no llegó nunca (...) Hubo demandas contra los señoritos que no aplicaban o aplicaban mal el Convenio del Campo, y las huelgas y las remontas eran frecuentes..., pero nunca llegó nada justo y todo se fue diluyendo entre altercados y limosneo”.

Su lucha persiste y hace unos diez años presencié la ocupación de una finca, a medio camino entre Arcos y El Bosque a cuyos propietarios reclamaban el cumplimiento del convenio laboral. La protesta se prolongó durante varios días, liderada por un veterano Diego Cañamero, quien, a lo largo de cada jornada y desde lo alto de un cajón, exponía a los jornaleros los avances de la negociación y enaltecía los ánimos con consignas triunfalistas de clase como el que predica justicia, la misma que “impartía” Casero en las ocupaciones de fincas a finales de los setenta. Lo cierto es que Cañamero, al tiempo que enaltecía a su tropa, desestabilizaba al pretendido “terrateniente”, y el supuesto director de personal de la finca terminó por encerrar en una sala a varios periodistas para hacer valer la buena voluntad de la propiedad con ciertos aires intimidatorios. Ese mismo mediodía todo quedó resuelto y el encierro en anécdota, todo lo contrario al éxito de aquella masa portadora de banderas verdiblancas que durante varios días ondearon a las puertas de la finca.

Pero la lucha del SOC se quedó pequeña -y con ella el impacto de sus siglas-, y en 2007 quedó integrado en una nueva plataforma sindical junto a otras organizaciones de idéntico ideario, pero no exclusivamente agrícolas, de las que brotó el SAT, que suena a programa experimental subvencionado por la Junta, pero no a sindicato de clase “reivindicativo e independiente”, hasta el punto de convertir a la Casa de Alba en su tentetieso particular con claros fines populistas -nada comparable, en cualquier caso, con la orgásmica elección de su gran referente, Juan Manuel Sánchez Gordillo, como parlamantario andaluz por IU-.

En este sentido, a la oportunidad la han pintado calva y con pañuelo palestino, y el SAT ha aprovechado la confluencia de la crisis, la indignación y el tsunami azul en retirada para repartir propaganda enquistada en el pasado y confundir la justicia con la Justicia con mayúsculas, como le pasaba a Casero, en busca de un rédito político que deja en evidencia la buena voluntad de sus intenciones, como si ONGs, hermandades, colectivos sociales, parroquias, centros educativos... no hubieran atinado, antes que ellos, con campañas de recogida de alimentos para los más necesitados, incluso con la implicación solidaria de supermercados y grandes superficies, y sin necesidad de asaltar a nadie, ni tampoco de pasar por caja.

Si miramos atrás en el tiempo, hay que celebrar la necesidad con la que brotó el SOC en los setenta -por muchas utopías que lo alimentaran-, y su lucha continuada en favor de los jornaleros del campo, pero su actual sucedáneo, el SAT, solo invita a lamentar el bochornoso ridículo con el que han amenizado este agosto “de prestado”, como casi todo lo demás.

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