El tiempo en: Jaén

Lo que queda del día

Jerez busca respuestas en el más allá

La polémica del ERE no está en si han de ser éstos los elegidos y no otros, sino en la corresponsabilidad política de los que no supieron, no quisieron o no pudieron poner freno en su día a la casa del empleo que era el Consistorio

H ay cierto asentimiento generalizado acerca de la postura que el ciudadano jerezano de a pie sostiene sobre la aprobación del ERE para 260 trabajadores de la plantilla municipal. Salvo que la situación le ataña directamente, la reacción más común responde ya casi a una frase hecha: “No hay que despedir a 260, hay que despedir a mil”. Un gesto que se ha hecho evidente a partir del escaso rechazo social que el equipo de Gobierno ha encontrado en la calle desde el día en que Deloitte presentó la documentación, lo que equivale asimismo a nulo coste electoral.

Lecturas políticas al margen, cualquiera con experiencia en el ámbito de la empresa privada te podía asegurar de antemano que fomentar un debate sobre el ERE era una opción en vía muerta; cualquiera que conozca los sueldos que vienen percibiendo muchos de los incluidos en el expediente, también; y si a ello añadimos la común y extendida sensación de que los procesos de contratación del Ayuntamiento no han gozado de absoluta transparencia hasta la fecha, resulta poco probable que emerjan masas solidarias y comprometidas con la causa. 

Lo lamento por los 260 profesionales inscritos en el fatídico listado. No son los primeros, ni serán los últimos. Por desgracia, antes que el suyo, ya he lamentado los casos de otros muchos compañeros, amigos  y desconocidos que, durante los últimos cuatro años, han visto perder sus puestos de trabajo en sus empresas a causa de la crisis. No han llegado al extremo de hacer pintadas, ni desearle la muerte a nadie, ni insultar en público, ni zarandear o golpear el coche de alguno de sus jefes -la procesión se lleva por dentro-, pero tampoco había otra clase de réditos que llevara a sindicatos o partidos políticos a abanderar mejores contrapartidas en su favor: quien más se rindió a la evidencia de los números o de la situación, y quien menos interpuso la demanda correspondiente en los juzgados.

Aún así, todavía hay un remanente que hace particularmente jodido el caso de los despidos del Ayuntamiento: ¿pagan justos por pecadores?, y no me refiero a si deben entrar unos por otros, sino a la corresponsabilidad política de los que no supieron, no quisieron o no pudieron poner freno en su día a la casa del empleo en que se había convertido el Consistorio. Lo más grave es que parece ser lo de menos.

Mientras tanto, y ahora que han empezado a repartirse las cartas de despido, las plantillas de las empresas municipales han atisbado las orejas del lobo a la vuelta de la esquina, y entre el clamor de los que se van y el desconsuelo de los que las ven venir, se ha ido formando una especie de tormenta perfecta que no lo será tanto, puesto que tanto el ERE ejecutado como los inminentes responden a las mismas claves, pero que anticipa nuevas y mayores controversias, las que ya viene suscitando el documento de la Relación de Puestos de Trabajo.

La RPT, que pondrá fin a los descabellados pluses que esta semana han servido de mofa y martirio a media España a costa del Ayuntamiento jerezano, y que deberá hacer justicia entre los méritos contraídos y las responsabilidades propias de cada cargo, también establece determinadas retribuciones y compensaciones que escapan a la lógica; sobre todo a la de la mayoría de la plantilla, a la de los supervivientes. Por parafrasear a Cayo Lara -ya pasaré por el confesionario- y hacerlo evidente: la RPT es el bidón de gasolina y la plantilla la cerilla.

A este ritmo habrá noches en que resulte difícil conciliar el sueño, como si hubiera alguien preparado para entonar, grave y convincente, la orden de que nadie duerma: Nessun dorma, aunque ni haya princesa Turandot ni se la espere, ni siquiera en el Villamarta, donde ocupará su puesto Anne Germain, que ni actúa ni canta pero sí posee un don extraordinario para hablar con los muertos, con los del público, y llena auditorios enteros, propiciando reencuentros emocionales y respuestas desde el más allá para hacernos más llevadero el más acá. Ya que está, podríamos convocar a Puccini, que será lo más próximo que el coliseo jerezano esté del género lírico este otoño, una vez arrollada la cultura por una crisis que nos ha devuelto a los programas de mano de hace un siglo, con sus espectáculos de variedades para un público poco exigente.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN