Tengo un amigo, sevillista para más señas, que vive de manera muy intensa las interioridades del club de Nervión y que siempre ha acertado a la hora de explicarme las claves de la evolución del club en el transcurso de las últimas dos décadas. A Caparrós, por ejemplo, le detectó una serie de debilidades que fueron las que le obligaron, finalmente, a fijar su residencia muy al norte de Utrera. Cuando Luis Cuervas era presidente del Sevilla no ganaba para enfados a causa de la política de fichajes del club -pese a algunos aciertos sonados, caso de Polster, Suker o Zamorano-. Mi amigo sostenía la teoría de que les daban el cambiazo en el avión: fichaban al bueno, pero al que mandaban en vuelo charter desde Italia era a un doble con poca idea de fútbol, por lo que después demostraba aquí en el campo.
Después de la primera jornada liguera ya hay más de uno que piensa que el Madrid ha sido victima de uno de esos cambiazos en el caso de Cristiano Ronaldo. El muchacho, además, tampoco lo arregló a la salida del estadio: “No tengo que demostrar nada”. No sé, pero calculo que en los 94 millones de euros que puso su nuevo jefe sobre la mesa iba implícito el hecho de que tenía que seguir demostrando algo más que su capacidad para vender camisetas. Tampoco es que yo quiera participar en la campaña de desprestigio que dicen hay orquestada en su contra cuando ni siquiera le ha dado tiempo de gastar los tacos sobre el césped, pero no quiero ni imaginar los niveles a los que puede ascender la presión si el mejor jugador del mundo se queda fuera del Mundial, algo que, por cierto, podría pasarle al mismísimo Messi.
Piqué sin jornada descanso El fútbol tiene también sus cosas odiosas, como que te paren la liga recién empezada para que la Selección juegue sus partidos de clasificación. Si aquí imitáramos a otras ligas europeas y adelantáramos el calendario, el trauma sería menor, pero, ya se sabe: los aficionados de vacaciones, los golpes de calor, los torneos veraniegos... En definitiva, aclimatados al carisma sociológico nacional frente a la cordura de otros campeonatos. Pese a todo, el sábado pudimos disfrutar de un partido enorme de la Roja en el que cada vez se hace más enorme un catalán: Piqué (“Piqué es español”, le cantan con sorna los culés en el vestuario).