La liga de Fútbol Profesional ha amenazado esta semana con convocar una huelga que paralice la competición liguera en señal de protesta por la modificación de la conocida como Ley Beckham, que rebajaba las contribuciones fiscales a aquellos artistas, científicos y deportistas llegados desde el extranjero para trabajar en España y con sueldos superiores a los 600.000 euros anuales. La huelga ha quedado, de momento, en amenaza, ya que antes de pasar a la acción, los presidentes de los clubes han optado por abrir una vía de diálogo con el Gobierno en busca de una solución consensuada, aunque, ya se sabe, llegar a un consenso significa que las dos partes tienen que ir dejando cosas por el camino. Ya se verá en qué queda todo.
Lo curioso es que de los 60 extranjeros acogidos a este régimen de impatriados, sólo 17 no pertenecen al ámbito deportivo, por lo que la ley más bien pareció diseñada para deportistas multimillonarios que para científicos prestigiosos. Si a ello añadimos que, en el fondo, son los propios clubes los que se encargan de abonar a Hacienda el tanto por ciento correspondiente por los ingresos del jugador, y no éste, tenemos el conflicto asegurado, porque una cosa está clara, los presidentes son los primeros a la hora de hacer demostraciones de talonario de cara a la galería, pero cuando se trata de contribuir con el erario público por sus aireados compromisos contractuales, la cosa difiere por completo. La solución la dio Enric González en su artículo de El País: los presidentes que se quejan porque con la modificación de la Ley no podrán contratar a jugadores caros para dar espectáculo, no tienen porque salir fuera en busca de estrellas; aquí las tenemos y mucho más baratas, y si no que rebusquen en el Alcorcón, el equipo que más espectáculo ha dado esta temporada en nuestro fútbol y cuyo jugador más caro cobra 36.000 euros al año.
n Vuelve la Copa En la Copa siguen ocurriendo cosas emocionantes, pero también es una pena el desolado aspecto de las gradas de muchos estadios, y más que lo estarán en esta innecesaria (salvo para el Madrid) segunda vuelta. Hace exactamente un año, en Londres, un lunes por la noche, con frío y lluvia, vi un partido de la Carling Cup entre el Wimbledon y otro equipo de la segunda división inglesa. Los locales perdían 1-4, pero el campo seguía abarrotado y con la afición entregada. Todo un espectáculo.