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Libro del corazón

Una asesina silenciosa que escoge a las mujeres

Afecta alrededor de 626 millones de mujeres a nivel global, la mayoría sin saberlo puesto que la hipertensión no suele dar la cara

Publicado: 01/05/2025 ·
14:18
· Actualizado: 05/05/2025 · 16:39
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  • Hipertensión arterial. -
Autor

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía y Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria. Ex-Jefe de Cirugía Cardiovacular del Hospital Valdecilla de Santander

Libro del corazón

Descubriendo el interior del corazón humano, órgano maravilloso, fuente de vida e investigación de calidad

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The silent killer” -la asesina silenciosa- es el apelativo empleado por los médicos anglosajones para describir, de manera tan explícita, a la hipertensión arterial. Se trata de un problema de salud global que causa una elevada morbilidad y mortalidad en el mundo. De hecho, constituye el principal factor de riesgo de la enfermedad cardiovascular, los accidentes cerebrovasculares -ictus-, la enfermedad renal crónica y la muerte prematura de mujeres, aunque aún no esté suficientemente reconocido en las guías clínicas internacionales.

Afecta alrededor de 626 millones de mujeres a nivel global, la mayoría sin saberlo puesto que la hipertensión no suele dar la cara, como ocurre con otras enfermedades, y sus síntomas suelen aparecer tarde. En la actualidad, menos del 25 por ciento de las mujeres hipertensas son diagnosticadas y tratadas; su prevalencia aumenta a partir de los 40 años, llegando a superar a los hombres tras la menopausia.

Se estima que el 20-25 por ciento de población adulta en España -alrededor de 10 millones- presenta algún grado de hipertensión. En las personas de 60 años este porcentaje aumenta al 30 por ciento, alcanzando el 50 por ciento en la población mayor de 70 años.

La oscura hipertensión

El corazón debe vencer la importante resistencia que le opone la extensísima red que forman en sistema arterial humano -arterias, arteriolas y capilares- que se ramifican y extienden por todo el cuerpo, en su mayor parte constituida por finísimos capilares (micras de diámetro). Para vencer esta descomunal barrera al paso de la sangre el corazón debe contraerse con fuerza para generar una presión arterial suficientemente elevada en cada latido. Si pudiéramos extender esta inmensa red arterial alcanzaría una longitud aproximada de 96.000 kilómetros -dos vueltas y media a la Tierra-.       

Las cifras obtenidas con “la medida de la tensión arterial” integran un quebrado, cuyo numerador representa la presión máxima -presión sistólica- (presión ejercida por el corazón al contraerse y empujar la sangre a través de las arterias) y el denominador es la presión mínima -presión diastólica- que indica la presión cuando el corazón se relaja entre los latidos (p.e. 120/70). Estas cifras son señaladas en milímetros de mercurio (mmHg) porque la presión era medida con un esfingomanómetro que funcionaba con una columna de mercurio graduada en milímetros.

El término hipertensión indica el aumento de la presión arterial -hiper, mayor- y la hipotensión se refiere a la disminución de la presión arterial -hipo, menor-. La presión arterial varía normalmente a lo largo del día, siendo más alta en las primeras horas de la mañana cuando las arterias están a mayor tensión como respuesta a la actividad física e intelectual, descendiendo por la tarde y noche cuando suelen relajarse. Sin embargo, dependiendo del estado anímico, estrés, ejercicio físico, comidas y otros factores propios de la actividad diaria, la presión puede mostrar cambios significativos que no siempre indican la presencia de una hipertensión arterial crónica.

En el 90-95 por ciento de los casos de hipertensión se desconoce su verdadera causa, por lo que se denomina hipertensión esencial. En general, se manifiesta con un aumento de la presión arterial sistólica y diastólica. La hipertensión diastólica aislada es poco común, representando menos del 20 por ciento de los casos; se considera de grado ligero cuando la presión mínima está entre 80 a 89 mmHg y debe prestarse atención médica cuando supera 90 mmHg. No se comprende bien la aparición repentina de la hipertensión diastólica aislada; se cree es debida a la acción hormonal en la mujer que provoca un estrechamiento progresivo de la luz arterial, con el consiguiente incremento de la resistencia arterial periférica y el sobreesfuerzo cardiaco. La hipertensión arterial secundaria es causada por diversas enfermedades endocrinas, renales, hipertiroidismo e incluso puede ser inducidas por fármacos (p.e. píldora anticonceptiva).

Los trastornos hipertensivos del embarazo (preeclampsia, eclampsia e hipertensión gestacional) afectan al 10 por ciento de las embarazadas, asociándose a serios problemas de la salud. La presión arterial suele disminuir y normalizarse tras el parto, pero tres a cinco días más tarde aumenta, llegando a alcanzar cifras superiores al preparto. Se cree que estas modificaciones tensionales se deben a la movilización del líquido extravascular acumulado en el cuerpo durante la gestación que pasa a la circulación sanguínea, con el consiguiente incremento de la presión arterial, por lo que se recomienda el seguimiento médico ambulatorio durante 15 días tras el parto.                

Los factores de riesgo conocidos de la hipertensión, como el estilo de vida poco saludable, la dieta inapropiada, el tabaquismo, la obesidad y el envejecimiento son comunes para ambos sexos, estando bien establecidos en las guías clínicas de la Sociedad Española de Hipertensión --ESH (European Society of Hypertension), Sociedad Europea de Cardiología- ESC (European Society of Cardiology) y Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), donde se ofrecen las recomendaciones básicas para su prevención, detección, diagnóstico y tratamiento. En las mujeres existen factores de riesgo específicos relacionados con los cambios en el ciclo de vida que afectan tanto al desarrollo como al tratamiento de la hipertensión. Las guías europeas ESC/ESH 2018 (actualizadas en 2023) mantienen el umbral definitorio de la hipertensión a partir de las cifras 140/90 mmHg.

https://journals.lww.com/jhypertension/toc/2023/12000

La poliquistosis ovárica constituye un factor de riesgo significativo en las mujeres, estando presente en el 50 por ciento de las jóvenes hipertensas. Otras enfermedades (displasia fibromuscular, artritis reumatoide, alteraciones hormonales, etc.) causan también hipertensión en mujeres jóvenes.

La mujer está bien protegida de la hipertensión arterial por su eficaz sistema hormonal, pero a partir de la menopausia, cuando estas hormonas dejan de funcionar a pleno rendimiento, hace su aparición con semejante incidencia que en el hombre. En general, los cambios de la presión arterial tras la menopausia suelen deberse a diversos factores genéticos, obesidad, diabetes tipo 2, hipersensibilidad a la sal, rigidez e inflamación de la pared de las arterias y alteraciones en los niveles de estrógeno y progesterona. El papel protector del estrógeno sobre el sistema cardiovascular es complejo y aún quedan diversas vías por aclarar, aunque parece claro que contribuye a la homeostasis vascular o sistema de equilibrio dinámico mediante una red de mecanismos de autorregulación vascular.  

La hipertensión arterial indica que algo no está funcionando correctamente en nuestro complejo organismo. Aparte de la contractilidad cardiaca y las resistencias periféricas del sistema arterial, existen otros elementos que participan en el aumento temporal o permanente de presión arterial. El almacenamiento de sal de nuestro organismo y su ingesta diaria intervienen de manera directa en el origen de la hipertensión; las hormonas producidas por el riñón y otras procedentes de las glándulas suprarrenales, como la aldosterona, determinan el balance de sal y agua del cuerpo. Asimismo, la incidencia de hipertensos entre la población de diabéticos se duplica, por lo que estos pacientes deben controlarse rutinariamente las cifras de glucemia -azúcar en sangre- y la presión arterial.

Esta “asesina silenciosa” va dañando poco a poco nuestro cuerpo sin que lo percibamos; afecta los vasos sanguíneos al estrechar las arterias de pequeño calibre, haciendo rígidas sus paredes y obstruyendo su luz con acúmulos de lípidos y otras sustancias que llevan a la temida arteriosclerosis -esclerosis o rigidez de las arterias-. Puede también lesionar las arterias del cerebro, provocando trombosis o hemorragias cerebrales; obstruir las arterias coronarias ocasionando infartos de miocardio, alterar la función de los riñones -hipertensión renal- o afectar seriamente la visión por un progresivo estrechamiento de las arterias de la retina, provocando trombosis o hemorragia retiniana.

Hipertensión, sal y sobrepeso: amigos inseparables

La medida más importante para prevenir la hipertensión es no abusar de la sal, “la sal siempre llama al agua”. El sodio contenido en la sal -cloruro sódico- es el responsable del aumento del volumen sanguíneo y, consecuentemente, de la elevación la presión arterial. Tras las comidas saladas sentimos sed, mecanismo natural para restablecer el “balance sal-agua” en el organismo. El límite máximo recomendable es de 6 gramos de sal al día (una cucharadita). Se suele consumir más, por la contenida en los alimentos, en especial los de origen industrial.

El sobrepeso y la obesidad causan hipertensión arterial en el 30% de los casos. Debido al aumento de la masa corporal, el corazón debe contraerse más fuerte para generar mayor presión que permita llevar la sangre a un cuerpo con sobrepeso. Por ello, adelgazar unos kilos puede corregir la hipertensión o mejorarla, siendo una medida muy eficaz.

Menos sal y más potasio

La dieta DASH (del inglés, Dietary Approach to Stop Hypertension) -aproximación dietética para parar la hipertensión- se ha diseñado para controlarla y mejorar la salud cardiovascular. Esta dieta aconseja consumir abundantes frutas y verduras del tiempo, limitando las comidas grasas y procesadas, no abusar de la sal y el azúcar añadido. Asimismo, propone utilizar los alimentos ricos en potasio, como ciertas frutas (plátano, albaricoque, melón, ciruela, naranja), verduras (calabaza, remolacha, zanahoria, habas, espinacas, acelgas), cereales integrales, productos lácteos y pescados. Estos alimentos son importantes para controlar la hipertensión, puesto que el potasio reduce los efectos adversos del sodio, que aumenta la presión arterial al retener líquidos incrementando el volumen de sangre que debe mover el corazón, por lo que cuanto más potasio se consume, mayor cantidad de sodio se elimina por la orina. Por otro lado, el potasio reduce la tensión en las paredes de las arterias contribuyendo a disminuir la presión. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que el exceso de potasio puede ser perjudicial para las personas con problemas renales, diversas enfermedades y medicamentos (beta-bloqueantes, bloqueadores del canal del calcio, etc.) que podrían favorecer la acumulación excesiva de potasio en la sangre -hiperpotasemia-.

https://doi.org/10.1093/advances/nmaa041

Combatir esta asesina silenciosa

En la mayoría de los casos, la hipertensión arterial de grado ligero o moderado puede curarse mediante ciertos cambios en los hábitos de vida y alimentación. Entre las medidas más eficientes, demostradas científicamente, tenemos las siguientes:

  • Vida activa (ejercicios o paseos diarios). El ejercicio físico puede corregir la hipertensión al dilatar las arterias y mejorar el metabolismo quemando gran cantidad de glucosa (azúcar) y grasas.
  • Mantener el peso normal mediante disminución de la ingesta calórica y ejercicios.
  • Evitar los alimentos ricos en sal y retirar el salero de la mesa. Tratar de informarse sobre el contenido de sal de los alimentos consumidos.
  • Comidas ricas en fibras y verduras, especialmente ricas en potasio, como se ha señalado anteriormente.
  • El chocolate negro de alto contenido en cacao (85 por ciento), consumido con moderación, puede disminuir la presión arterial.
  • El ajo tiene un efecto beneficioso para el control de la presión arterial, por su acción vasodilatadora arterial.
  • Procurar dormir las horas necesarias, el sueño mejora la hipertensión.
  • Tratar de reducir el estrés crónico que contribuye a elevar la presión arterial. No olvidar que con los enfados se produce adrenalina que eleva inmediatamente la presión arterial. El cortisol, hormona principal del estrés, incrementa la glucosa en la sangre y contribuye a la aparición de la diabetes tipo 2.
  • Evitar el consumo excesivo de bebidas alcohólicas. Beber en exceso eleva mucho la presión arterial.
  • Dejar el tabaco, la nicotina es un potente hipertensor en los momentos posteriores a su inhalación. Se desconocen las consecuencias de estas elevaciones bruscas de la presión arterial con cada cigarrillo, pero parece que es el origen del incremento de la rigidez de las arterias de pequeño calibre -arterias coronarias-.

En la última década, la investigación científica y el conocimiento médico han contribuido significativamente a la prevención, diagnóstico y tratamiento de la hipertensión arterial. Debe tenerse en cuenta que las medidas generales que podemos llevar a cabo a diario son esenciales para evitar o reducir los efectos deletéreos de esta amenaza que, de manera silenciosa, va causando tanto perjuicio a nivel mundial.

Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, tu victoria no estará en duda”

 Sun Tzu (c. 544 a.C.). Estratega y general chino. El Arte de la Guerra.

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía. Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria

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