El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, comparó hoy la situación en Turquía de los activistas de derechos humanos y periodistas críticos con las que se vivían en la Alemania comunista y alertó de que, en esas circunstancias, no se puede garantizar la seguridad de quien visita ese país.
"Quien viaje ahí tiene que tener claro que, si le ocurre algo, nadie podrá ayudarle", apunta el ministro, de la Unión Cristianodemócrata (CDU) que lidera la canciller Angela Merkel, desde el popular diario "Bild".
Turquía "practica detenciones arbitrarias" y no garantiza "el derecho a la atención consular", sostiene Schäuble, para quien esta situación recuerda "a tiempos de la República Democrática Alemania".
Desde este mismo diario, el titular de Justicia, el socialdemócrata Heiko Maas, argumenta que, quien viaja a Turquía "debe tener claro que no viaja a un estado de derecho".
Berlín declaró ayer a ese país como no seguro ni para el ciudadano ni para el inversor, tras los nuevos encarcelamientos de activistas en Turquía -entre ellos, un alemán- y mientras sigue en la cárcel desde febrero el periodista germano-turco Deniz Yücel.
Hay nueve alemanes encarcelados en Turquía -del total de 22 que fueron detenidos por motivos políticos tras la intentona golpista de 2016-, recordó ayer el ministro de Exteriores, Sigmar Gabriel, al dar a conocer las medidas de su Gobierno ante esa situación.
Dichas medidas, consensuadas entre los conservadores de Merkel y sus socios socialdemócratas, consisten en el endurecimiento de las advertencias a los viajeros, así como en una posible revisión de las ayudas que recibe Turquía de la UE como candidato a la adhesión o los apoyos a la inversión en ese país.
Gabriel hizo hincapié en que hasta ahora Alemania había observado "mucha paciencia", frente a las reiteradas "provocaciones" de Turquía, en buena parte en atención a los más de tres millones de ciudadanos de raíces turcas que viven en su país.
Sin embargo, considera que no se puede seguir por ese camino, sino que llegó el momento de revisar en profundidad las relaciones con Turquía, aliado de la OTAN y país clave para frenar la llegada de refugiados a territorio comunitario, en virtud del acuerdo suscrito con la UE en plena crisis migratoria.
La lista de disensos bilaterales es extensa, especialmente desde que el Parlamento alemán condenó en 2016 el genocidio armenio durante el imperio otomano, lo que Ankara recibió como una afrenta.
Turquía vetó repetidamente la visita de diputados alemanes a sus soldados de la base turca de Incirlik, hasta que hace un mes el Gobierno de Merkel decidió retirar a sus tropas de ahí.
La situación podría reproducirse con la base de la OTAN de Konya, lo que sería casi insostenible entre socios de la Alianza Atlántica.
El presidente Recep Tayyip Erdogan ha acusado asimismo reiteradamente a Merkel de "prácticas nazis", al impedirse la celebración en territorio alemán de mítines con ministros turcos en apoyo de la reforma constitucional impulsada por el líder.