Leyendo días atrás el espléndido volumen que Ediciones Singulares -dentro de su colección "Los Escritores y la Música"-, acaba de dar a la luz bajo el título de “Thoman Mann”, redescubrí el apasionado romance que el autor germano mantuvo con las letras y las notas: "No soy un hombre visual, sino un músico desplazado a la literatura", llegó a confesar. Para Mann, la música era un sustento vital, una necesidad espiritual, una referencia constante dentro de su amplísimo quehacer.
Bajo los efectos aún de esas bellas y acordadas notas de la memoria del Premio Nobel alemán, llega a mis manos "Los signos del pentagrama", (Milenio. Lleida, 2010) de José Félix Olalla, merecedor del Premio de Poesía "Villa de Benasque” de 2010, y donde también asoman los ecos de una estrecha relación entre melodías y textos.
Este madrileño del 56, que alterna su devoción lírica con su tarea como Presidente de los Farmacéuticos de Letras y Artes, alcanza ahora el noveno poemario, y renueva su voz con un libro de madurada concepción y sonoro aliento.
Estos signos que trazan en el pentagrama del yo poético las claves humanas del vivir, vienen marcados por el deseo de captar el instante mágico que esconde cada borbotón de tiempo. Por ello, pasado y presente, se funden, en muchas ocasiones, para conformar un único momento que asuma la figuración simbólica de un himno solidario.
Afirma Emilio del Río en su prólogo, que en este volumen se hallan “versos plenos que retienen recuerdos y abren el corazón a la caridad y a la esperanza, en un mundo cuya faz parece inquebrantable”. Y al hilo de sus rítmicos contenidos, puede encontrarse ese aire de enriquecedora imaginería, que permite al lector escuchar los ecos que laten bajo cada cántico: “La música, esa piedra de afilar/ en la que la inteligencia se agudiza,/ esa alhaja que Némesis no destruye/ porque no tiene cuerpo para hacerlo/ y el poder de su venganza claudica/ frente a la ternura cristalina,/ frente al fuego interior que no consume”.
En el pórtico del poemario, el vate madrileño memora cómo de vuelta al trabajo, “vi al hombre del túnel que tocaba la flauta”; tras aquel encuentro, comprobó que se “había abierto un cofre en mi memoria/ que me dio la felicidad por un instante”. Desde ese instante, y al compás de su límpida batuta, José Felix Olalla se sumerge en un bello recorrido musical que nos acerca en su primera parte hasta la “Pastoral” de Beethoven, al “Sueño de una noche de verano de Mendelssohn o al “Claro de luna” debussyano.
La segunda sección, incluye un verso heroico y soñador, donde Verdi, Offenbach, Mozart y Monteverdi se dan la mano a modo de operístico homenaje.
Como coda, los acordes más contemporáneos de The Beatles, Bob Dylan, Leonard Cohen o Johny Cash (“Busca una palabra/ y la raíz de un verso escondido/ y encadénate a ella/ y repítela hasta enclaustrarte.”), que completan este mapa de remembranzas e íntimos espacios del alma.
Poemario, en suma, intenso y cromático, para leer y escuchar muy cerca de la sabia polifonía que lo envuelve.
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