En 2021, Rafael Lobarte Fontecha (1959) dio a la luz su sexto poemario, “Razón de espera”. En dicha entrega, el sujeto lírico vertebraba su decir desde un corazón anhelante, desde el fuego de la esperanza, desde la resina del desolvido…, el mismo que alumbraba un aroma a dolor antiguo, pero también a deseo. Los poemas se sucedían desde una realidad frente a la que reflexionar y que llamaba a sostener un proceso de constante liberación: “Noche vigorosa junto al río./ Azul de las tinieblas:/ la brisa es movimiento de miradas./ En peregrinación./ No existen ni pájaros ni peces,/ palabras contenidas./ vapor oculto busca puerto”.
Ahora, con “Los puntos cardinales” (Pregunta Ediciones, 2025), el autor zaragozano traza un viaje que no es un desplazamiento físico, sino una forma de habitar el misterio. Porque cada poema es una brújula que gira sin detenerse, señalando direcciones que no llevan a espacios concretos, sino a complejas preguntas: “¿Por qué has venido, dime, a perturbar con tus luces/ mi pretendido sosiego? ¿Quién eres tú? ¿Qué me quieres?”.
Ese yo que narra su periplo vital, que dibuja su aventura por el mundo -SaPa, Osaka, Kioto, Gran Cañón, Ngorongoro…- se convierte en navegante y testigo de un ámbito plural que se desdobla en cada verso. El Norte es frío, sí, pero también es el lugar donde la razón tiembla; el Sur arde como una fiebre antigua; el Este canta con la voz del incienso y la arena; y el Oeste se pierde en un atardecer que no promete retorno. Cada punto cardinal se transforma, pues, en una metáfora del alma, una estación del espíritu: “La piedra cae/ sobre la piedra./ Sobre la piedra blanca,/ la piedra negra./ Suspiros. Lágrimas./ Amores grises./ Sobre un fondo/ digno de Leonardo,/ el agua se derrumba/ preñada de infinito./ Y acaba verde y quieta/ sosteniendo la barca impasible/ de un ceñudo Caronte”
Todo cuanto aquí acontece aquí no es conquista, sino entrega: perderse en la espesura de lo desconocido, dejar que la alteridad transforme la piel en territorio virgen. El exotismo no es postal ni ornamento, sino un lenguaje distinto, un ritmo que sacude los cimientos de la percepción. En estas páginas, lo ajeno no se contempla desde lejos: se respira y se encarna, se deja entrar hasta hacerse trascendencia: “He de decirte, sólo, finalmente,/ que voy a tomar de ti esta venganza/ dulce y cruel, cruel y dulce al tiempo;/ que huella alguna que tú dejes sea/ comparable a los versos que abandono/ así, a medio hacer, en loor tuyo”:
Para Rafael LobarteFontecha descubrir es, entonces, despojarse. Como quien abre un cofre y encuentra dentro su propio reflejo, distorsionadopor los años y la distancia. Su verbo se vuelve brújula de sí mismo, océano de muchas orillas, fuego que no quema, sino ilumina. Y en ese resplandor, el lector también viaja, también se busca, también se transforma.
Los puntos cardinales no prometen respuestas, solo caminos. Y en cada uno, la promesa de una mirada nueva sobre un mundo que ya no será el mismo después de ser habitado por la poesía.