De insectos

Publicado: 18/11/2013
Este “Insectario” de Jesús Montiel, ha sido el ganador del premio “Alegría”, que se otorga anualmente en Santander y que acoge la colección Adonáis, de Rialp
El pasado mes de mayo, reseñaba yo en este espacio, una novela del leonés Manuel Ángel Morales, titulada “Insectalia”, en torno a un metafórico reino de civilizaciones de insectos, cuya organización se desmorona debido a la corrupción que trata de adueñarse del orden establecido. Ayer no más, escribía de los microrrelatos de animales de Beatriz Osés, “Cuentos como pulgas”, donde determinados insectos tenían asignado el papel de protagonista.
Y ahora me llega este “Insectario” de Jesús Montiel, ganador del premio “Alegría”, que se otorga anualmente en Santander y que acoge la colección Adonáis, de Rialp.

Por supuesto, ni “insectalia” ni “insectario” son palabras que recoge el DRAE, pero ambas vienen a demostrar esa presencia (¿fugaz?) de lo insectil en nuestras letras. Montiel, granadino del 84, profesor en la Escuela de Magisterio de su ciudad natal, es autor de otros dos poemarios, “Placer adámico” (Premio de Poesía “Universidad Complutense de Madrid”, 2011) y “Díptico otoñal” (Premio de Poesía “Leopoldo de Luis”, 2012). En su “Preámbulo” al que me ocupa, el autor se equipara al entomólogo galo Jean-Henri Fabre, que pasó su vida escribiendo y analizando el comportamiento de los insectos en su reducido espacio parcelario; escribe: “El autor de estos poemas… ha realizado una labor parecida: si el entomólogo estudia el comportamiento del insecto en su medio natural, el poeta hace lo mismo con su corazón al contacto con la vida”.
Montiel habla de contemplar la realidad circundante con “la lupa del asombro”, palabra ésta muy suya, muy de su quehacer, pues también “Placer adámico” trataba “del asombro del hombre ante lo creado”.

     Asombro y sorpresa. Convertir lo rutinario en descubrimiento. Y hallar en el animal, insecto o no, espejo, ejemplo. El corazón puede moverse de repente, como el perro que “volviendo del charco/ se quita los pelos la tormenta”; la hormiga, acopiando restos, sobras, para el invierno crudo, es como el poeta que poco a poco va acoplando sobre el papel las “migajas de su vida”; la cigarra que, además de cantar, penetra la corteza del árbol que la sostiene y alcanza su savia, que luego ha de ceder -savia, sitio- a las hormigas en tropel, es asimismo como el poeta, que “penetra el calendario/ queriendo conquistar lo milagroso”, para entregar luego en el poema, al que lo lee -“hormiga ocasional”- “la luz que hay conjugada en cada instante”.

     Jesús Montiel, además de una cita del mencionado Fabre, coloca en la primera página de su libro otra de Miguel D´Ors, de quien se confiesa discípulo: “Qué cerca cada instante, qué mezclados/ con nuestras vidas y a la vez qué ajenos/ los insectos”.
Pero esa ajenidad no puede serle aplicada a Jesús Montiel. Aquí está, para probarlo, su “Insectario”, que biografía en buena medida su inventario familiar y delinea con verso preciso un puñado de límpidos sentimientos: “Viajar entre la vida y las palabras./ En una sola tarde como esta/ -en la que el sol revive los ramajes/ que esperaban dormidos su anual parusía-/ soy mil veces viajero del mismo recorrido”.

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