El pasado otoño, la colección de poesía “Otramina”, iniciaba su andadura con la aparición de cuatro volúmenes: “La principal intención es que sea poesía para toda la gente”, comentaba entonces el director del sello,Darío Jaramillo Agudelo.
“LI Poemas para Li”, del colombiano John Galán Casanova,“El cielo vacío”, de Juan Vicente Piqueras,“Últimos díasde Robert J. O’Hara”, del venezolano Julio Alberto Balcázar y “Esto no es el amor”, de Pablo Jiménez Burrillo, completaban la nómina de inicio. Y, precisamente, es de este último del que me ocupo.
Nacido en Madrid en 1959, Jiménez Burrillo desempeñó durante años una relevante actividad como crítico de arte. Además de sus traducciones al castellano -Theophile Gautier, H.G. Lewis, RenéeVivien-, ha estado al cuidado de importantes exposiciones –Sorolla, Degas, Giacometti…- y desde hace casi dos décadas, es director general del Instituto de Cultura de la Fundación MAPFRE.
“Esto no es el amor”, es un íntimo caleidoscopio por el que asoma un relato dichoso y doliente, y en el que el yo poético se detiene con emotiva y certera pulsión: “La nuestra/ es una historia de lo más normal,/ por eso buscamos un bar tranquilo/ donde desgranarnos las manos/ y comernos los ojos con las miradas hambrientas”.
Con un verso armónico, directo, el poeta va desganando la certidumbre de aquellos instantes felices que forjaron una férrea máscara de realidad: “Bastaron tres besos/ para descerrajar la caja de las sorpresas./ Nunca imaginé que tuvieras/ palomas y ardillas entre los dientes”. A su vez, su cántico va adquiriendo una inquietante “duración” bergsoniana -es decir, el tiempo de la conciencia que se contrapone al tiempo medido-, que le sirve para meditar en profundidad sobre las deshoras amantes, sobre el silencio de los cuerpos, sobre las sombras que crecen en torno al gozo… y a la posterior desventura: “Ahora, la vida pasa/ de avión en avión,/ de ciudad en ciudad, y parece/ como si algo mío/ se fuera quedando en cada sitio./ Como si en cada regreso,/ tuviera menos/ de mí mismo,/ un poco menos de ti”.
Estos poemas llevan, además, en su interior, la sed y el ansia de lo que falta por vivir y dejan entrever un corazón que lentamenteva quedando a la intemperie. Lo pretérito sigue siendo una herida abierta al filo del alma, y sus cicatrices no parecen cerrarse nunca. Por ello, la memoria -de aromas nerudianos-, tampoco permite que se desgaste el olvido: “No sé qué reprocharte,/ qué decirte si ya no somos los que fuimos,/ no somos nosotros los que nos hemos ido,/ ha sido el tiempo el que nos ha dejado”.
La citada escritora británica RenéeVivien -que tan bien conoce el poeta madrileño, pues de ella tradujo tiempo atrás sus “Estudios y Preludios”-, dejó escrito: “¿Y cómo no estrecharte, cómo no abolir/ desvelos y amarguras; y solamente amar?”. Pablo Jiménez Burillo pareciera responder en este sugestivo cuaderno amante a tan complejas preguntas: la llama que se torna ceniza, la pasión que se vuelve miedo, el corazón que se convierte en sombrío latir,son, pues, los enemigos principales para sostener, como es debido, los estadios del amor.
“La noche que llevamos dentro/ se apoderará de lo de afuera”, rezan los versos últimos del poemario. Mas no podrán apagar la lirica y evocadora lumbre que crece desde los adentros de estos sentidos poemas.