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Ojú qué plan

88 años

Artículo de opinión de Quique Pedregal, periodista, coordinador de Viva El Puerto

  • Enrique Pedregal Valenzuela. -

Antes de ayer, festividad de la Virgen del Carmen, habrías cumplido 88 años. Te salvaste de milagro de llamarte Carmelo y no es que sea nada malo, pero yo también me libré de esa regla no escrita de que los hijos se llamen como los padres… por los siglos de los siglos. 
Con toda la intención dejaste aquí a mamá al cargo de un montón de maletas llenas de miles de cosas inmateriales Fíjate que me llevo todo el día juntando letras, pero no soy capaz de escribir sobre ti. Intento recordar anécdotas y experiencias vividas juntos, para poner negro sobre blanco, pero también se me atascan las palabras al pulsar las teclas de mi teclado. Y me quedo pillado, parado, sin capacidad de reacción, sabiendo que, teniendo tantas cosas que contar, la barrita vertical de la pantalla sigue parpadeando como esperando que prosiga la carrera, que continúe añadiendo caracteres.
Siempre me dio mucho coraje escuchar lo de “allá donde estés”. En casa lo teníamos claro: ese “allá” es el cielo, el reencuentro con la familia que nos dejó, el futuro por siempre con los amigos que ya no están, la contemplación del alma humana abrazada a lo divino. Y con esa enseñanza me quedé y la procuro transmitir a mis hijos. 
Pocas veces te vi enfadado, te pasa como a mí, que intentamos buscar soluciones a los problemas cotidianos. Es verdad que no he heredado de ti la valentía ni el arrojo, pero me sirves de ejemplo en múltiples ocasiones. Tenías amigos de todos los perfiles políticos y sociales, hablabas con el general y con el soldado raso, escuchabas al rey y al mendigo, y callabas todas tus buenas acciones. Solo tú y el de arriba lo sabéis.
Te vi emocionarte en infinidad de momentos y te vi resurgir cientos de veces. Y siempre el buen humor, la disposición y el cariño poblaban tus canas. Es normal y sencillo querer a la familia y a los allegados, pero tú hacías natural querer al desconocido. 
Te fuiste de viaje un Miércoles Santo buscando el azul olivo del cielo y supongo que, con toda la intención, dejaste aquí a mamá al cargo de un montón de maletas llenas de miles de cosas inmateriales. 

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