¡Ay, Macarena!

Publicado: 24/06/2025
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Las imágenes son símbolos. La gente se identifica con ellos y se mira en ellos desde el principio de la historia. Hasta la Iglesia tuvo que transigir...
Las imágenes son símbolos. La gente se identifica con ellos y se mira en ellos desde el principio de la historia. Hasta la Iglesia tuvo que transigir con ellos: era imposible eliminar la devoción, el afán de volcar en ellas toda la admiración y el respeto infundido por el dios o el personaje representado. Y la Macarena es uno de los símbolos más característicos, del carácter de un pueblo, de una idiosincrasia, de una forma de ser y de amar. Y, quizá lo más importante, como el símbolo identifica, su forma, su estructura, su terminación son intocables. Insustituibles. Porque también es una obra de arte.

Una obra de arte. Una creación de una mente, de un/una artista, un modelo único porque cada estatua es distinta a las demás. Se podrá ser creyente o no, eso es independiente, pero la creatividad es propiedad de su creador/a y nadie tiene derecho a modificarla. Por más que pretendidos arquitectos faltos de imaginación y de recursos recurran a las paredes de escayola y de metacrilato, el barroco y todos los estilos arquitectónicos y artísticos, sean del siglo que sean, son reproducibles en la actualidad y nadie está autorizado ni capacitado para modificar la obra ya creada. Es un atrevimiento imperdonable, una falta de profesionalidad, auto elevarse para corregir la obra de otra persona; es considerarse superior a quien la ha hecho. Y el profesor Arquillo acaba de rebajar personalmente su categoría con un trabajo indigno de un buen profesional.

¿Y la hermandad? Ahora surgen las dudas: ¿cómo ha podido hacer tres nuevas restauraciones en unas horas? ¿Han sacado la de Álvarez Duarte, la más parecida para acallar voces? Porque sigue sin ser idéntica. La dignidad, esa virtud tan poco corriente a veces, exige pulcritud en una restauración, porque restaurar no es corregir. Pero por desgracia no todo el mundo la conoce.

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