No conforman un movimiento homogéneo, pero los negacionistas, que tildan la alerta sanitaria mundial de “falsa epidemia”, están haciendo ruido. Incansables en redes sociales, rechazan la existencia del Covid-19 o restan importancia a su gravedad con argumentos sin base científica, pero todos coinciden en rechazar el confinamiento, la distancia social y el uso de las mascarillas. El domingo 16, se manifestaron en Madrid unas 3.000 personas con pancartas que decían “Queremos ver el virus” y desprovistos de protección. Al menos uno de los asistentes a la concentración se encuentra grave por la infección, a un paso de la UCI. Si este no es motivo suficiente para desconfiar de sus nueve afirmaciones más polémicas, a continuación, en negrita, el doctor Emilio M. García de la Torre, presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos, las rebate una a una.
El coronavirus no es más que una gripe. Los dos son enfermedades víricas pero distintas, que en algunas personas pueden provocar síntomas parecidos pero que afecta de manera diferente en función de cada infectado. La mayoría de los contagiados son asintomáticas o presentan síntomas de intensidad leve o moderada, parecidos a los del resfriado común, pero a veces estos pueden llegar a ser muy severos, precisando ingreso hospitalario, incluso su traslado a las UCI, y en algunos casos dejarles secuelas de magnitud todavía desconocidas o conducirles hasta la muerte. No hay un solo coronavirus, sino que son un grupo de virus, conocidos desde hace tiempo, que pueden afectar tanto a animales como a humanos. El coronavirus que se ha extendido por todo el mundo y que está produciendo la pandemia, Covid-19, es el último descubierto. La enfermedad era por tanto hasta hace unos meses desconocida.
La vacuna de la gripe podría favorecer la entrada del virus en las células. El estudio realizado en Barbastro (Huesca) y divulgado por los antivacunas que vincula la vacuna de la gripe con mortalidad por Covid-19 en mayores de 65 años, está realizado solo en 19 fallecidos en ese hospital, de los que el 75% estaban vacunados de la gripe y no está avalado por la comunidad científica. Se basa en la presencia de Polisorbato, un aditivo alimentario conocido como E-433, que no está presente en todas las vacunas antigripales, y que es absurdo pensar que a los cuatro meses haya sido metabolizado por el organismo. Es seguro y recomendable vacunarse contra la gripe, sobre todo a los mayores de 65 años. Puede ser trágico que coincidan la gripe con un recrudecimiento de la pandemia. Los inmunólogos están recomendando que nadie se olvide de vacunarse contra la gripe, ya que la vacunación permite una “inmunidad entrenada” y que el sistema inmunitario esté más preparado para enfrentarse “a cualquier cosa”.
La mascarilla solo deberían usarla médicos, cuidadores, sanitarios y enfermos. La mascarilla debe de ser utilizada por todo el mundo. Efectivamente no hay pruebas suficientes a favor o en contra del uso de las mascarillas por toda la población. Pero la OMS recomienda su utilización en caso de pandemia activa, como es el caso en el que nos encontramos. Actualmente no sabemos quién pueda estar afectado, no podemos fiarnos y hay que extremar las precauciones. Y es de vital importancia su utilización por los médicos, el personal sanitario, los enfermos y sus cuidadores.
La mascarilla puede generar enfermedades respiratorias. Rotundamente falso. Son muy escasas las personas que no pueden utilizarlas. Es más, a los enfermos con patología respiratoria crónica pueden protegerles de múltiples infecciones ya que actúan como un filtro ante bacterias y virus. Hasta la fecha no se ha demostrado que el uso prolongado de la mascarilla pueda generar una enfermedad respiratoria.
La pandemia ha acabado en España. El virus ha venido para quedarse y la pandemia sigue activa. Aunque ha tenido una fase de menor actividad, estamos comprobando cómo va en aumento progresivo en número de casos en todo nuestro país. Mientras no haya una vacuna efectiva o tenga anticuerpos al menos el 75% de la población, ésta seguirá activa.
Los casos se actualizan sin decir cuántos son asintomáticos. Efectivamente, aunque es difícil precisar qué personas son totalmente asintomáticas, pueden presentar síntomas muy leves. De todas formas, asintomáticos o no, pueden propagar y contagiar el virus que es los que a la larga nos interesa. Es preciso no levantar la guardia.
Las pruebas PCR no determinan el virus infeccioso. La prueba que mayor rentabilidad diagnóstica ofrece para la identificación virológica del SARS-CoV-2 es la PCR. De entre los métodos diagnósticos de laboratorio existentes, es el que mayor sensibilidad y especificidad posee. Las técnicas serológicas de detección de anticuerpos permiten su uso para el diagnóstico individualizado, y donde se analiza la respuesta serológica que el paciente genera frente al virus durante la infección. Durante la fase aguda la sensibilidad en la detección de anticuerpos IgM está alrededor del 50-70%, mientras que en los siguientes 12-24 días esta sensibilidad es cercana al 95%. La detección de anticuerpos totales o de IgG sí confirmaría una infección pasada sin poder fijar el carácter infeccioso o no del individuo ni el momento de la infección. Aún no hay certezas sobre los correlación de niveles de anticuerpos relacionados con la protección a largo plazo.
La hidroxicloroquina, antinflamatorios y anticoagulantes sirven de tratamiento. No existe ningún tratamiento realmente eficaz. Es preciso realizar ensayos clínicos bien diseñados, para determinar la eficacia y seguridad de los fármacos y así poder tomar decisiones terapéuticas basadas en evidencias científicas sólidas. Solo el remdesivir y la dexametasona, tras revisar la evidencia científica existente hoy, son los fármacos que han demostrado su eficacia y seguridad en el tratamiento del Covid-19. Los anticoagulantes tienen también cabida en el tratamiento para evitar las posibles complicaciones trombóticas de la enfermedad.
Frente a la vacuna, la solución pasa por la inmunidad colectiva. Por supuesto, pero lo que no podemos hacer es esperar a que aparezca la llamada inmunidad de grupo o de rebaño, a base de cientos de personas infectadas o fallecidas. La vacuna es imprescindible. Si ésta se consigue y se demuestra que sea verdaderamente efectiva, la vacunación masiva, será uno de los medios más eficaces para salir de la epidemia. Pero, atención, los virus mutan y será preciso estar preparados y como ocurre con la gripe, no es descartable que pudiera ser necesaria la vacunación periódica.