Salmo 125

Publicado: 19/06/2025
No nos queda más que esperar, con resignación o fe, el todavía utópico final de Sánchez, que, como todo en política, llegará
El pasado lunes 16 de junio, España entró en un estado de congoja difícil de describir. La pesadumbre se adueñó de la multitud y se oía musitar entre las gentes si ese sería el fin de los tiempos. La propia naturaleza parecía presagiar la gravedad del asunto. El cielo oscureció y una tormenta seca hizo retumbar el país entero. Incluso un anciano con el gesto demudado se atrevió a insinuar: “Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mateo 13:42). Se acercaba el Apocalipsis, ya que eran las cinco de la tarde y Pedro no había comido.

Lo de estos días está siendo un espectáculo propio del teatro del absurdo. ¿Quién se acuerda ya del tito Berni o el “Delcygate”? ¿O del hermanísimo que no sabía muy bien dónde trabajaba? ¿O de Begoña y su cátedra para la transformación social competitiva? Con lo jugosos que están los audios de la banda del Peugeot. Al menos sabemos de la empatía del señor Ábalos por la situación laboral de las chicas de vida distraída. Estaba feo que Ariatna o Carlota se quedaran sin disfrutar de su compañía, así que, ni una ni otra, las dos, en parejas, como los huevos fritos. Ni Berlanga se atrevió a tanto.

Está claro que no se puede esperar del señor Presidente la reacción lógica de asunción de responsabilidades, pues no olvidemos que estamos ante un tipo que, tras el escándalo más grave de los últimos tiempos, ha salido maquillado de muerto viviente con una camisa varias tallas más grande para tratar de simular una aflicción que no es capaz de sentir –como aquellas canas transitorias durante el confinamiento–.

Mientras tanto, la oposición sigue en ese estado de ingenuidad, de bondad infinita, como un niño en una piscina de bolas. Cuesta saber si es simple estulticia o pura inutilidad. ¿Qué más tiene que pasar? La falta de arrojo, de decisión, y la sensación de fragilidad que transmite la bancada popular, no hace más que dar la razón a aquellos que se consuelan en eso de “al menos, no gobierna la derecha”. Probablemente Feijóo será presidente del Gobierno, pero no por sus propios méritos, sino por agotamiento.

No nos queda más que esperar, con resignación o fe, el todavía utópico final de Sánchez, que, como todo en política, llegará. Y cuando lo haga, quizá podamos entonar, no sin cierto alivio, el salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.

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