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Saboreando

La torrija: de “insulto” a orgullo gastronómico

Es un legado milenario, un trozo de herencia que fermenta entre memoria y cariño, y que, como todo lo valioso, tenemos el deber de conservar

Publicado: 13/04/2025 ·
19:17
· Actualizado: 13/04/2025 · 19:18
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Autor

Pepe Oneto

Además de cocinero y docente culinario, comunicador, especialmente gastronómico, en prensa escrita, radio, televisión e Internet y escéptico por naturaleza

Saboreando

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En el lenguaje cotidiano, cuando la ironía o el desdén se asoman en nuestras conversaciones, solemos buscar refugio en términos culinarios. Polvorón, paniza, tostón, moniato, papa frita…, son palabras que, en tono de broma o reproche, revolotean entre nosotros. Y, con especial insistencia, una: torrija.

Sin embargo, permítaseme disentir. Llamar a alguien “torrija” no me resulta un agravio, sino, más bien, un inesperado cumplido.

Porque la torrija es mucho más que un bocado; es historia viva, dulce y generosa. Una joya humilde de nuestra repostería tradicional, que no solo ilumina las mesas de nuestra ciudad y la Bahía de Cádiz, sino que recorre, en silencio, el alma de muchos rincones del país.

Es un legado milenario, un trozo de herencia que fermenta entre memoria y cariño, y que, como todo lo valioso, tenemos el deber de conservar para quienes vengan detrás de nosotros.

Ahora, en el corazón palpitante de la Semana Santa, la torrija resplandece como protagonista indiscutible de nuestras casas, nuestros escaparates, nuestros antojos. Es, por derecho propio, un símbolo de identidad que merece ser celebrado y defendido.

Así lo entiende la Asociación Isleña de Hostelería y Turismo (Asihtur) que, en colaboración con La Cuadrilla Cofrade, organiza año tras año el Concurso de Torrijas, una cita que honra esta tradición elevándola a la categoría de arte popular. Un certamen reservado a los apasionados de la repostería casera, a esos alquimistas del sabor que, lejos de laboratorios profesionales, trabajan con las manos, con la memoria y con el corazón.

El pasado sábado 4 de abril, la Plaza del Carmen, en el centro de La Isla, se convirtió en escenario de la cuarta edición de este certamen. Bajo el amable cobijo de la heladería Lima Limón, la plaza se llenó de aromas a canela, miel y azúcar. El talento, la creatividad y el amor por las tradiciones se dejaron sentir en cada torrija presentada, todas fieles a la esencia de este manjar sencillo y profundo.

Tuve el honor de formar parte del jurado, junto a Miguel Ángel López (delegado provincial de Eurotoques en Cádiz), Carolina Muñoz (del programa televisivo La Cuadrilla) y María Gómez (concejala de Comercio del Ayuntamiento de San Fernando). Y puedo asegurarles que pocas veces resulta tan arduo el arte de juzgar: cada torrija era un pequeño poema comestible, digno de reconocimiento. Participar, en sí mismo, ya era ganar.

  • Los merecidos premiados de esta edición fueron:
  • Primer premio: José Antonio Marín
  • Segundo premio: Montse Sánchez
  • Tercer premio: Carmen Moreno

Sería injusto no destacar la magnífica labor de Asihtur, liderada por Juan López, que se ha erigido en voz y motor de la hostelería isleña. Su esfuerzo constante por impulsar, conservar y difundir nuestras tradiciones culinarias está transformando a San Fernando en un referente gastronómico que ya trasciende los límites de la provincia y empieza a brillar en el mapa andaluz.

No lo digo movido únicamente por el afecto personal que me une a esta asociación, sino por la evidencia de su trabajo incansable y su compromiso auténtico. Gracias a ellos, y a iniciativas como este concurso, hoy podemos afirmar que la torrija no es un motivo de burla, sino una bandera, un estandarte dulce que ondea en el alma de nuestra cultura gastronómica.

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