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El Loco de la salina

¿Hay dráculas circulando por ahí?

A diferencia de muchos políticos, Drácula no sonríe, ni se tira aplaudiendo todo el día, ni está interesado en robar, ni pierde la vergüenza por estar aforado

Publicado: 25/05/2025 ·
16:17
· Actualizado: 25/05/2025 · 16:17
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Este lunes, 26 de mayo de 2025, se celebra el Día Mundial de Drácula. Nada más escribir este nombre, me entra tal escalofrío por el cuerpo, sobre todo por el cuello, que no tengo agallas de levantar la cabeza por encima de la tapia ni para curiosear. El nombrecito se las trae. Drácula viene del rumano “dráculea”, que procede del latino Draco, que a su vez origina en castellano el término Dragón. Todo muy edificante.

Este loco se ve en la obligación de contar algo sobre este vampiro para que el personal tome nota, porque, aunque no haya dejado rastro de ningún wassap, ¿quién no piensa que Margarita Robles, al lado de este pájaro de mal agüero, es una humilde pájara? Y, si esta se acuesta con el uniforme puesto, está claro que Drácula no se queda atrás y lleva el suyo, consistente en capa negra y alzacuellos levantado, uniforme que no se quita el muchacho ni dentro del ataúd.

La vida de Drácula no tiene más desperdicio que la sangre que chorrea después del erótico bocado. A los locos siempre nos han dado repeluco los vampiros y su forma de chupar, porque se puede chupar de muchas maneras, pero lo que no vale es regodearse en el chupeteo. Quizás por eso Drácula es el vampiro más popular en la historia de la humanidad. Es algo parecido a Hacienda, aunque con menos saña, y la única diferencia es que en esta última no hay sangre, de momento, que todo se andará.

Hemos leído en la biblioteca del manicomio que Drácula fue un personaje creado por el irlandés Bram Stoker en la novela que publicó el 26 de mayo de 1897, es decir, hoy hace la friolera de 128 años. Tenía el apodo de Vlad El Empalador porque torturaba a sus víctimas, no obligándolas a ver los telediarios, que hubiera sido excesivo, sino metiéndoles un palo o un gancho por la parte de atrás, exactamente por ahí. Parece que empaló a más de 100.000 víctimas, por lo que nunca sabremos cuántos palos necesitó el vicioso.

En realidad, lo de este siniestro fulano es una historia de terror que se desarrolla en Rumanía, en los Montes Cárpatos de Transilvania. Drácula es un individuo pálido, ruin y despreciable, que se convierte en vampiro al atardecer. Después, aprovecha el sátiro las noches para hincarles sus colmillos a las víctimas consiguiendo así un montón de vitaminas. Ahora bien, no le enseñes una cruz, porque se pone a morir y le entra una descomposición apabullante. Digo yo, que es alérgico a los obispos y al pedazo de cruz de plata que llevan en la tapa del pecho. Por la misma razón, tampoco come papas. De eso se va a librar León XIV.

Se han hecho muchas películas sobre Drácula y desde luego Cádiz en su Carnaval aprovecha el tipo a fondo. La pregunta es: ¿Existen todavía Dráculas circulando por ahí? Mucha gente cree que no, pero los locos nos atrevemos a decir que sí. Solamente hay que pensar en los vividores de la política, que no la dejan ni a tiros, porque parece que eso les puede dar vitaminas para seguir eternamente chupando de la olla gorda. Ellos ponen sus afilados colmillos y los locos ponemos nuestros inocentes cuellos. Además, igual que Drácula, no soportan ver la luz, porque puede que su resplandor les prive de ver el camino a seguir, que es mantenerse eternamente en el butacón chupando sangre todas las legislaturas que hagan falta. Pero a diferencia de muchos políticos, Drácula no sonríe, ni se tira aplaudiendo todo el día, ni está interesado en robar, ni pierde la vergüenza por estar aforado. Estamos apañados.

 

 

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