Yo confieso que hace muchos años que abandoné la doctrina que la tradición familiar me imponía y abracé la luz del ateísmo. No soportaba las contradicciones de la fe: la existencia de un castigo supremo y eterno que chocaba con la misericordia divina, el amor fraternal que se vio arrasado por la guerra en el nombre de Dios... incluso la intervención de este en dichos conflictos, apoyando causas en el Antiguo Testamento (la expresión “bajar los brazos” viene del favor divino perdido cuando Moisés los bajaba y ganado si los alzaba de nuevo)... Entre estas antítesis, la tozudez del rebaño de Dios y los vaivenes de la Iglesia, me convirtieron en ateo cuando pretendían hacer de mí un buen cristiano.
Precisamente, cosas como la del arzobispo emérito Reig Plá, que hablaba de la discapacidad como una consecuencia del pecado y de la pérdida de la esencia cristiana en las familias (sólo le faltó hacerse un Andrea Fabra y decir “que se jodan”), me echan para detrás. Que un señor capaz de soltar semejante bestialidad haya sido y sea representante de la Iglesia me hace cuestionarme que dicha institución sea quién de dar moralinas a nadie y predicar la palabra de su dios, toda vez que se nos ha presentado como un padre amantísimo y lleno de misericordia.
Habemus Papam y resulta que León XIV, a priori continuador de la línea del Papa Francisco, ha dicho en alguna ocasión que la familia procede de la unión de un hombre y una mujer. De nuevo, el máximo representante de Dios en la Tierra excluye a las familias con hijos adoptados (que no serían fruto de la unión de sus padres), a las familias monoparentales, las homoparentales y todo lo que se salga del molde de la familia tradicional. Ya no quiero pensar qué dirá de las personas LGTBI, aún excluidas aunque a la vez toleradas por el cristianismo.
El tema de los casos de pederastia en la Iglesia es un asunto manido, si bien nunca acaba de perder vigencia. Cristo decía “dejad que los niños se acerquen a mí”, pero mucho me temo que sus ministros en ocasiones hacen una interpretación demasiado libre (o libertina) de la mítica frase de Jesús. Cuando el protocolo más habitual ha sido tapar al caso y trasladar al clérigo de turno en lugar de apartarlo, investigarlo y actuar en consecuencia, me pregunto por qué un dios todopoderoso no hace nada ante la tibia reacción de sus representantes terrestres. Que, además, siendo onmisciente y omnipresente, no debería suponerle ninguna dificultad. Ya no hablemos de los distintos cambios en la doctrina. De cada Concilio salían nuevos añadidos o interpretaciones del mensaje divino que, al final, poco o nada dejan de la doctrina original y nos hacen un lío a los que según la doctrina religiosa seremos condenados por el Padre misericordioso por no saber realmente qué quiere que hagamos: sabemos lo que dicen los hombres que dicen representarle, pero no lo que realmente quiere Dios que hagamos. Y tampoco es que se pronuncie para aclararlo...
Quedan demasiados agujeros y contradicciones en esta doctrina para que realmente sepa qué pensar y qué creer. Y, sobre todo, no entiendo cómo los seguidores de un Cristo que estaba al lado de los humildes y los pecadores se alinean del lado de los poderosos, de la banca, la alta política y más de una dictadura. Al final, no puedo tener claro qué o quién es Dios. Pero, viendo la gente que le rodea, yo paso.