Dejar solo a los instintos sería como caminar por un suelo dúctil, maleable, que nos sumergiera o hundiera a cada paso. Necesitamos el recio asfalto de la racionalidad que es el único suelo por donde puede caminar el pensamiento para llevarnos a la vida inteligente, previo paso por la posada de la reflexión. Calderón de la Barca nunca ha sido ajeno a mi vida. Su obra
La vida es sueño ha sido para mí, más un despertar que un soñar. Suya es la frase “quien vive sin pensar, no puede decir que vive”. Por eso nos rodean tantos cadáveres pseudointelectuales en la actualidad.
En realidad, estamos hartos de ver y soportar tantas actuaciones sin un verdadero pensamiento que las acompañe. El exceso de “palabrería” toma dimensiones inconmensurables para poder suplir la falta de ideas con que se procede. No hay “grandeza de miras” en el pensar, ya que no se piensa más que en el modo más rápido de enriquecerse, es decir, hay “grandeza de minas”, de encontrar el oro y el sitio donde guardarlo más secretamente.
Aquella frase machadiana “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa” nos lleva a creer que el pensamiento es la excepción de la regla actual impuesta de “no pensar”, por los que ostentan el poder, ante la imposibilidad -aunque da la impresión que todo se andará- de poner grilletes a los pensantes.
España se enfrenta a un “cantonalismo lingüístico” y a una división en trozos que quieren ser más importantes que el todo. Si hoy te preguntan si eres español, ¿por qué te están preguntando? ¿Por una persona que ha nacido en un país de reducción geográfica continuada que se llamaba España, dada las enfervorizadas ansias de independentismo que expresan algunas de sus regiones? Se desconocerán finalmente los límites de este país, que comenzó a disgregarse a medida que nos ruborizaba, ridículamente, el denominarlo nación o patria, algo que nos enseñaron a los ahora más mayores, en la escuela infantil, con gran énfasis.
No es exageración. Lo estamos viendo en acontecimientos nacionales como se desprecia himno, bandera y lengua. Se obliga desde niño a desconocer el idioma español, bajo fuerte represión en las aulas y en los eventos institucionales o parlamentos es preciso utilizar medios traductores para entenderse entre los propios del lugar que la Constitución aúna. Ya no se piensa en el poder opositar y conseguir una plaza en determinadas regiones si desconoce su lengua particular. Se cubre todo con el falso velo de la pacificación, pero una paz sostenida por la sumisión e intereses espurios, es más denigrante que la que deriva de un Estado fuertemente reprimido por un poder dictatorial.
El no pensar nos ha traído a más de lo descrito, una tergiversación como jamás se tuvo de la historia de España. Un salto de longitud que deja un vacío entre pisada de entrada y salida, que oculta Reconquista, descubrimiento del nuevo continente, formación del Estado Español, Siglo de Oro, evangelización universal, etc. etc., y continúa como si nada hubiera pasado en la Constitución del Doce y llega a las dos repúblicas, con la segunda como ejemplo del mayor progresismo del país, abortado por una contienda donde hubo un sector ángel y otro demonio, al parecer actual. Y ahora en pleno siglo XXI nos erigimos como los principales defensores de todos los derechos humanos habidos y por haber como si, anterior a ello, estos no se hubieran tenido en cuenta.
En el año 539 antes de Cristo se redactó el
Cilindro de Ciro artefacto de arcilla con escritura cuneiforme, por Ciro el Grande, fundador del imperio aqueménida de Persia (antiguo Irán) tras la conquista de Babilonia. Ciro liberó a los esclavos. Declaró que todas las personas tenían el derecho a escoger su propia religión. Estableció la igualdad racial, garantizó la paz y permitió regresar a sus tierras a los pueblos deportados de Babilonia. Fue el primer documento sobre los Derechos Humanos.
El llamado Siglo de Oro español se caracterizó, entre otras múltiples cosas, por la elaboración intelectual de una Escuela de Pensamiento que argumentó muchos de los aspectos considerados hasta la actualidad como bases del Derecho Internacional. La Escuela de Pensamiento se desenvuelve en aquel tiempo en el ámbito universitario europeo y tiene como universidades de máximo interés las de París, Roma, Coimbra o Bolonia. Sin embargo, finalmente el protagonismo fue de las universidades españolas, las que ya existían y de gran importancia como Salamanca, Alcalá de Henares o Valladolid, con el mayor número de alumnos hasta entonces conocido y las que se crearon entre los años 1500 y 1560. Fuimos el foco central del pensamiento. Los más grandes pensadores del momento se acercaron a Salamanca de tal modo que, al conjunto de todos ellos que desarrollaron ideas en torno a lo que hoy se conoce como Derecho Internacional, se le conoce como Escuela de Salamanca de Derecho Internacional.
Fue el tiempo en que brilló una de las personalidades más importantes de la historia y que ahora saca a la luz la Inteligencia Artificial, Francisco de Vitoria. (Burgos 1483/Salamanca 1546) Teólogo, Clérigo, Jurista, profesor en las universidades de París, Valladolid y Salamanca, fue el primer y mayor contribuyente a la construcción de un derecho que regulará ese
totus orbis hoy llamado Comunidad Internacional. La ONU le homenajeó y la Sala del Consejo del Palacio de Naciones de Ginebra lleva su nombre. Su legado inspira los principios que defiende la ONU en el mundo y así se hizo ver en la conferencia celebrada en la Sala de Palacio de las Naciones de Ginebra en el año 2017.
Personas pensantes, importantísimas como Francisco de Vitoria tiene nuestra España y nuestras universidades, sin tener por ello que haber dejado para poder ser protagonista de mencionar la palabra nación o patria, hablar el idioma español o necesitar prescindir de la tierra que le dio el ser. Sus méritos, la capacidad de pensar, de saber y de estar orgullosas de un Estado, el más viejo de Europa que al igual que un diamante, alguna necia suciedad parcial, podrá en algún momento intentar cubrir, pero jamás podrá quitarle su brillo y su valía.
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