Miguel Redondo Rosillo tuvo un accidente de circulación hace ya muchos años y quedó en silla de ruedas y con movilidad muy reducida. Eso es sabido e incluso Miguel, o Miguelón para que lo conozcan la mayoría de las personas, incluso escribió un libro sobre él y su lucha contra las barreras arquitectónicas que tanto le afectan.
Miguelón, que es cordobés y después de muchos años en el CRMF-Imserso de San Fernando, quiso vivir en San Fernando y seguir curándose en Cádiz, pero también quería vivir solo, mantener su intimidad y por eso tienen su casa en La Isla en la que tiene una razonable movilidad. O sea, como otra persona cualquiera que quiere vivir su vida.
Por eso Miguelón, cuando tiene que ir a Cádiz a sus dolorosa curas, pone en marcha su silla de ruedas y se encamina a la estación de Bahía Sur, donde al llegar se encuentra con una rampa que sólo se sume en un todoterreno o con un ascensor que no funciona en múltiples ocasiones. Y si funcionara siempre, tendría el mismo problema, porque el ascensor tiene el botón de llamada demasiado alto para que Miguelón lo pueda accionar con el dedo.
Tiene que esperar a que llegue alguien y lo ayude. O que pase por allí. Se arriesga a perder el tren que lo lleva a Cádiz a su dolorosa (y razonable) rehabilitación y por eso, algunas veces, Miguelón opta por la vía más rápida, pero la menos segura por no decir la más peligrosa.
Miguel Redondo Rosillo, Miguelón, encauza su silla de ruedas hacia la carretera y se dirige por el acceso de vehículos hacia la estación de Renfe en Bahía Sur. O sea, circula con una silla de ruedas por un acceso sin arcén en el último tramo, con una cuesta arriba y se pone en peligro él y con los bajos en el cuello a quienes lo adelantan o prefieren aminorar y no arriesgarse a que Miguelón se valla rodando por el terraplén abajo después de saltar el quitamiedos. O en cualquier parte del trayecto.
Y por cierto, cuando llega a la estación de Bahía Sur vuelve a tener el mismo problema en el ascensor de abajo. Y cuando consigue llegar al andén, el mismo problema en los ascensores del andén. Y en todos los ascensores tiene el mismo problema, que es que cuando está dentro porque alguien le ha ayudado a entrar, tampoco alcanza a darle al botón de dentro cuando ya está otra vez solo. Y cuando quiere subirse en el tren, el mismo problema con el jodido botón que abre la puerta. Y si se está meando, lo mismo con la puerta del váter.
Como quiera que alguien pudiera pensar que Miguelón debería contar con una persona pegada a él que lo ayudara, Miguelón mantiene que él quiere valerse por sí mismo y vivir solo y que tiene derecho a que eso de la accesibilidad sea algo más una palabra y una orbital de vez en cuando.
Por eso en las redes sociales, con una publicación en su Facebook en el que piden que no se fijen en la “cara fea de Miguelón” sino que lean el mensaje, vuelve a escribir sobre su problema y pide perdón a los conductores que se cruzan con él por el acceso a Bahía Sur -porque es consciente que cualquiera se acojona cuando va conduciendo y tiene que adelantar a un tío en silla de ruedas- pero defiende su posición. Que posiblemente sea la posición de una sola persona y que sea Miguelón el único en toda La Isla incapaz de llegar con el dedo al botoncito, pero eso no elimina el problema.
https://www.facebook.com/miguel.redondorosillo/posts/3015947538637877
Miguelón critica las noticias en prensa en las que hablan de un proyecto para rehacer la estación que diseñó un iluminado que no había pisado San Fernando en su vida y que posiblemente no sepa que el levante es también un viento que jode lo mismo que el poniente y que hacen que lluvia caiga a mala leche sobre los andenes de la estación.
Y también critica que lo critiquen por criticar tanto, quizá porque como suelen decir los de rebaño de turno, Miguelón sólo es una persona y no van a poner un ascensor que abra y cierre solo cuando lo vean llegar. Porque además, no es sólo Miguelón el que tiene ese problema en la llamada ‘Ciudad de la Accesibilidad’, llamada así por las medidas que lleva a cabo el Gobierno municipal, pero sobe todo porque dado el número de asociaciones y organismos que existen en San Fernando para atender a personas con movilidad reducida, no tiene más remedio que convertirse en lo que presume. Y ya va tarde.
Igual que va Miguelón por el acceso para vehículos a Bahía Sur, acojonando a los conductores y acojonado él, a pique de que cualquier día lo tengan que recoger en parihuela del Parque del Estero después de caer por el terraplén. O de ser empujado por detrás o por el lado por otro vehículo. O de… Mejor no pensarlo.