“A ver qué se le ha ocurrido hoy”, decía un espectador de la fila 16 del Teatro de la Maestranza de Sevilla antes de empezar ‘Muerta de amor’, el espectáculo programado para la Bienal de Flamenco y creado de la fantasía inagotable del granadino Manuel Liñán. Lo de este hombre no es de este mundo.
Las dos horas que dura lo que se ha visto este domingo en Sevilla son un homenaje al amor en todos los sentidos, a todos los tipos de amor y de desamor, a todos los desaires y pasiones que los enamorados han vivido desde siempre y por siempre, al ritmo de seis bailarines-cantantes-artistas al mando de Liñán, que se vacían sobre el escenario desde que suena “esclava de este amor, que me disloca, no dejo en mi silencio de quererte”.
Lo canta la madrileña Mara Rey vestida de luto riguroso peineta negra incluida para abrir el espectáculo, en el que la orquesta se sitúa en perpendicular al público, en una original ubicación que le da al escenario de color rojo sangre todo el protagonismo para los siete hombres que lo dominan el 90 por ciento de la noche, controlando un pasaje coreográfico que se inspira en el acercamiento entre los cuerpos, el deseo, la fantasía y la provocación.
Y todo con una coreografía más que estudiada, con una puesta en escena que incluye a doce artistas, con un violín que puede que haga saltar el tensiómetro de los puristas, pero que es imprescindible para “hablar” al ritmo de los demás instrumentos, guiando al público por las historias de amor que se cuentan en esta noche de Bienal.
El amor y la pasión desde todos los ángulos
Manuel Liñán ideó ‘Muerta de amor’ para hacer viajar al público a través de diferentes atmósferas: la seducción, la imaginación, lo carnal y los abrazos. La coreografía, dirigida por Liñán, busca explorar cómo el amor y los estímulos sentimentales influyen en el baile y la interacción humana, y la bordan paso a paso José Maldonado, Alberto Selles, Juan Tomás de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero y Ángel Reyes.
Nada se deja a la improvisación, y la música tiene el mismo protagonismo que el baile o el cante, con momentos muy de Bienal, como las sevillanas solo con el sonido de una guitarra, pero son sevillanas al estilo de Manuel Liñán, bailadas sin prisas, recorriendo el escenario y mezclándolas con el flamenco más cerrado, más intenso.
El vestuario, un protagonista más
Dice la sinopsis de la obra que la colaboración de Ernesto Artillo como asesor escénico y diseñador de vestuario, "juega un papel fundamental", y se queda corto. Artillo ha querido crear unos diseños con el negro como protagonistas, que se ensamblan a la perfección con el rojo del escenario, fáciles de quitar y poner si el guión lo exige, sin perder un segundo de ritmo a los ojos del espectador.
Y todo creado en Andalucía, ya que antes de su estreno en Madrid el pasado mes de junio, en la Sala Roja de los Teatros del Canal, el espectáculo pasó por el Teatro de Torrox (Málaga), dentro del marco de ‘In progress' desarrollo de residencias artísticas, Flamenco Festival, donde se ha gestado gran parte del proyecto.
Es difícil saber si en Madrid tuvo la misma aceptación que ha tenido en Sevilla. Cuando temprano se produzcan los primeros atascos por el tráfico ante el Teatro de la Maestranza en el Paseo de Colón sevillano, los conductores podrán todavía escuchar el eco de la ovación que se han llevado Liñán y su gente.
El reino del granadino en el mundo del flamenco no es de este mundo. Los premios se acumulan en sus estanterías, y su imaginación no para inventando cosas nuevas, siempre con el flamenco como nexo. Sus límites solo los conoce él, si es que los tiene.