En la Edad Media, tiempo de guerras, bandidaje, secuestros y esclavitud, la llegada de un alto contingente trashumante podía provocar miedo. Y el miedo trae desconfianza. Pero cuando ese colectivo ya está asentado, integrado, practica la misma religión de los anteriores moradores y sus profesiones son útiles al conjunto de la sociedad, por completo carece de sentido la orden de perseguirlos, detenerlos y esclavizarlos y provocar la muerte de miles de ellos.
En aquel tiempo el objeto de los enfrentamientos en la nobleza era apropiarse sus títulos y propiedades, actividad también practicada por los reyes cuando sus finanzas flaqueaban a cuenta de sus constantes guerras internas y externas. Era también el procedimiento de los reos de la Inquisición, confirmado por la frase, fría, despiadada y cruel “si no juzgamos no comemos”. Eso, más la obtención de mano de obra esclava, fue el mecanismo adoptado por la monarquía, representada por el Marqués de la Ensenada, director más que ejecutor de las sentencias de Fernando VI, el rey títere al que debió sustituir de nuevo su padre el trastornado, hasta el nombramiento de Carlos III.
La orden, tajante, implacable y sanguinaria, era detener en una noche a todos los gitanos varones en todos los rincones de la monarquía católica, esclavizarlos y esclavizar a sus mujeres. El docu-drama presentado el pasado jueves en el Cine Cervantes por su autora y directora, Pilar Távora, un ejemplo de saber hacer cinematográfico, describe los hechos con todo el desgarro y con el arte y la profesionalidad de gitanos y gitanas, profesionales de otras disciplinas, que junto a su realizadora, han dado una lección única, en defensa de su identidad, con toda la pasión narrativa de quienes se sienten parte y lastimados en el tiempo, porque el tiempo permite reflexionar, pero es incapaz por sí sólo de aportar una reparación.
Esa expresividad, esa pasión ha añadido veracidad a unos documentos y una imagen ya verificadas, y la forma de contar con la misma pasión objetiva de su realizadora, aconsejan su visión en futuras proyecciones. Gracias, Pilar. La paz es la armonía de los pueblos.