¿Somos viejos a los 80 años? ¿Depende todo de la genética? Rafael Guzmán, psiconeuroinmunólogo, osteópata y especialista en medicina de estilo de vida, lo tiene claro: no. En su nuevo libro Cómo llegar joven a viejo ofrece una hoja de ruta para invertir el curso del envejecimiento desde la ciencia y los hábitos de vida. Conversamos con él sobre estrés, microbioma, nervio vago, alimentación y telómeros, las piezas invisibles que dictan la verdadera edad del cuerpo.
El envejecimiento no es una condena, sino el reflejo de nuestras decisiones cotidianas. Esta es la premisa sobre la que Rafael Guzmán, reconocido psiconeuroinmunólogo, osteópata y especialista en medicina de estilo de vida, con numerosos seguidores en redes sociales, ha construido Cómo llegar joven a viejo. Un ensayo que combina la medicina del estilo de vida con la psiconeuroinmunología para desmontar muchos de los grandes mitos sobre la edad. "Cuando estaba escribiendo el primer libro, yo ya tomaba anotaciones sobre temas de envejecimiento", recuerda. La pandemia terminó de empujarlo: "Empezamos a ver en consulta a muchos pacientes muy jóvenes con patologías asociadas a personas mayores".
Una de las claves, señala Guzmán, es distinguir entre edad cronológica y edad biológica. "La edad cronológica no tiene nada que ver con la edad biológica", advierte. Los jóvenes de hoy, explica, llegan antes al envejecimiento inmunológico, metabólico o cognitivo. Y el culpable no es otro que el estilo de vida.
"La esfera psicoemocional influye profundamente en nuestro aparato digestivo", afirma. "El aparato digestivo manda más información al cerebro que el cerebro al aparato digestivo". Estrés crónico, mala alimentación, sedentarismo: un cóctel que altera la salud intestinal y, por extensión, todo el organismo. "Cuando cabreamos a cientos de miles de millones de bichitos que viven con nosotros en el organismo, se lo pagamos con salud", sentencia.
Su propuesta es cuidar de ese "zoológico" interno, el microbioma, mediante hábitos sencillos: introspección para identificar las fuentes de estrés, sueño de calidad, ejercicio físico regular, conexión con la naturaleza. "Pasear en un parque o en la playa baja los niveles de cortisol en minutos", explica. A esto se suma la importancia de estimular el nervio vago, del que habla extensamente en el libro: "Es el que contrarresta al sistema nervioso simpático. Estimularlo mejora el sueño, la digestión y la felicidad". Técnicas como las duchas de agua fría, las gárgaras, los masajes faciales o la meditación son herramientas para activar este nervio esencial.
En alimentación, Guzmán aboga por volver a lo natural. Critica la obsesión contemporánea con lo barato y lo ultraprocesado: "El intestino tiende a absorberlo todo. La calidad del alimento es vital". Entre los alimentos estrella de su "menú de Matusalén" menciona el aceite de oliva virgen extra, la granada, los frutos rojos, el aguacate, las setas o la cúrcuma.
Y advierte contra el azúcar: "Somos yonkis del azúcar, literalmente. El cerebro asocia azúcar a recompensa inmediata". Consumimos, dice, tres veces más azúcar de lo que recomienda la OMS.
Guzmán también desmonta la omnipresente excusa genética. "La genética pesa un 20-30%; el resto está en nuestras manos", afirma. Para él, uno de los grandes errores conceptuales es el de la esperanza de vida. "Nos contentamos con los 80 años porque nos dicen que es la esperanza de vida, pero nuestro potencial de longevidad como especie es de 120 años".
En Cómo llegar joven a viejo, Rafael Guzmán ofrece mucho más que consejos de salud: propone un cambio de mentalidad. Dejar de vivir resignados a la cronología y empezar a invertir, desde cada gesto, ya que podemos durar mucho más de lo que creemos. "Nosotros somos los pilotos, los directores de orquesta de nuestra salud y nuestro envejecimiento", concluye.