Sevilla es una ciudad que respira siglos de historia en cada esquina, y pocas celebraciones reflejan mejor esa fusión entre lo sagrado, lo popular y lo patrimonial como la festividad del Corpus Christi. Cada año, cuando llega el mes de junio, el corazón del casco histórico late al ritmo solemne y festivo de esta procesión que engrandece la fe católica y exalta el esplendor de una ciudad que sabe rendirse al arte, a la liturgia y al recuerdo.
El Corpus en Sevilla no es una fiesta cualquiera: es un testimonio vivo de siglos de devoción y buen gusto. Las calles se engalanan con toldos, altares efímeros, colgaduras y flores; el incienso se mezcla con el aroma a juncia y romero, y el paso del Santísimo Sacramento por la avenida de la Constitución hasta la Catedral convierte la ciudad en un templo abierto al cielo. No es solo una procesión, es una catequesis pública de fe.
El cortejo es una lección de historia viva, la cual sorprende en gran medida al visitante extranjero que en la mayoría de las ocasiones coincide por casualidad con dicha efeméride, sin que sea su objetivo de la visita a nuestra ciudad. Figuras como la Custodia de Arfe, una obra de orfebrería que desafía el tiempo y la gravedad, y que vuelve este año a ser portada por costaleros, eliminando las ruedas como una de las pocas excepciones mantenida en Sevilla. Los pasos que preceden al Sacramento nos recuerdan que Sevilla no solo cree, sino que también conserva, cuida y exhibe con orgullo su legado.
El Corpus es también un acto de unidad: participan hermandades, colegios, instituciones, órdenes religiosas y miles de sevillanos que se congregan con respeto y emoción. Para los más pequeños, es una jornada iniciática; para los mayores, una reafirmación de la identidad. No hay en el calendario otra fecha que combine de forma tan natural lo litúrgico, lo artístico y lo popular.
En tiempos donde las raíces parecen difuminarse, el Corpus Christi sevillano se alza como una defensa elegante de lo que somos, de lo que hemos heredado y de lo que merece ser transmitido. Es un espejo donde se refleja lo mejor de nuestra cultura: belleza, tradición, espiritualidad y orgullo compartido.
Por todo ello, el Corpus no es solo una fiesta religiosa. Es un acto de amor a Sevilla y a su historia. Una celebración que cada año nos recuerda que la fe, cuando se vive con autenticidad y belleza, tiene el poder de transformar una ciudad en altar, y al pueblo en custodio de lo eterno.