Volviendo a vivir la pubertad

Publicado: 31/01/2025
Una pena esta situación que atraviesa la política española, con esa falta de autocrítica que hace concebirse como infalible
El jefe de la sección de Investigación de un periódico español de tirada nacional pasaba en estos últimos días por un relevante podcast de habla hispana. En la charla que mantuvo, narraba algunas de sus interesantes vivencias como periodista, hizo un alegato en defensa de la profesión y ofreció algunos análisis sobre asuntos de actualidad.

Precisamente, en ese repaso de los temas que más se han tratado en los últimos días en los medios, hacía una curiosa reflexión sobre políticos o partidos que estaban logrando encontrar el apoyo popular cuando en muchos aspectos son, dígase así, un tanto polémicos.

En este sentido, este periodista no culpaba al votante del éxito de estas figuras, sino a las formaciones que vienen perdiendo las elecciones. Así, en relación a la derrota de los demócratas ante Donald Trump, la repetición de triunfos de Isabel Díaz Ayuso y la poca fuerza que posee la izquierda en Madrid, el ascenso de movimientos radicales en Europa o que Pedro Sánchez mantenga la Presidencia española desde el año 2018, no considera, como el mensaje que muchos sujetos propagan en redes sociales, que las personas que depositan los votos en las urnas posean una falta de cultura o inteligencia, más bien señala la falta de autocrítica de los grupos políticos para observar qué están haciendo mal.

En buena parte, este periodista lleva razón. ¿Por qué el resultado de las urnas, más allá de la influencia que ejerzan las estrategias comunicativas o los bulos, ha de ser culpa de la ciudadanía? ¿Cómo estará la cosa para que, ante las diferentes opciones que se ofrecen, hayan elegido la casa que tiene los cuadros torcidos? Si se ha optado por esta, será porque las otras los deben de tenerlos directamente del revés.

El escaso análisis del trabajo propio es uno de los mayores lastres de la política española y, en cierto modo, hasta parte del motivo de una crispación cuyo incremento continuado parece no tener final.

El ataque hacia la otra parte para evitar reconocer o rectificar un error se está convirtiendo en el pan nuestro de cada día, una escalada de violencia verbal que permite esquivar la corrección de errores y nos mantiene inmersos en este tóxico clima en el que, por no decirlo de forma vulgar, a ver quién la dice más gorda. Incluso, parece que los políticos españoles estén sufriendo de ese miedo al fallo de la adolescencia o la juventud, por el que se considera que todo se hace bien y no hay necesidad de pedir nunca disculpas. Así, la vergüenza de reconocer un desacierto lleva al orgullo a crear un escudo en base a insultos y acusaciones.

Una pena esta situación que atraviesa la política española, con esa falta de autocrítica que hace concebirse como infalible. Así sucede después, que, cuando el votante o el socio de gobierno retiran su confianza, pasan a recurrir, entre llantos y pataletas, a un desorbitado menosprecio hacia las otras partes.

También fruto de este clima está presente la constante incoherencia, por la cual, entre otros ejemplos, aquellos que reclaman de manera continuada respeto y hablan casi a diario de fango, después se fotografían en citas como la de FITUR con un sujeto, que lejos de merecer considerarlo como periodista, se ha de definir mejor como mercenario de la provocación. Un alimentador de la crispación junto al que publican imágenes en redes sociales alabándolo.

Ese ejemplo concreto, de otros tantos de diferentes formaciones, evidencia la escasa salud de la clase política, porque es difícil concebir que, mientras piden esa deferencia hacia ellos, apoyen a quien llena las calles de odio utilizando términos como “palmera del régimen” o “estómago agradecido” mientras acosa a políticos y personas que lo acompañan. Ahí es donde, tristemente, parece que muchos políticos vuelven a vivir la pubertad.

© Copyright 2025 Andalucía Información