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Lo que queda del día

Un disfraz para el apagón

A diferencia de la pandemia, en el apagón hay una cuestión impepinable: sólo nos ha afectado a nosotros y necesitamos respuestas para que no vuelva a pasar

Publicado: 04/05/2025 ·
15:32
· Actualizado: 04/05/2025 · 15:32
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  • Los semáforos se fueron a negro a las 12,33 -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Cuando pasen los años y hayamos fijado cierto marco espacio, temporal y mental, recordaremos qué estábamos haciendo exactamente el día en el que se produjo el apagón, de la misma forma que recordamos dónde nos encontrábamos cuando anunciaron el confinamiento por la pandemia. Ni las causas ni las consecuencias sitúan a la par a uno y otro, salvo por el hecho de enfrentarnos a dos escenarios complejos y traumáticos, ambos inesperados, aunque sólo terrible el primero, ya que todos dimos por hecho que el corte de luz terminaría resolviéndose en cuestión de horas, como así fue: entre cinco y veinte en función de los casos.

Hablo de la pandemia porque de pronto se convirtió en nuestro marco de referencia, desde el momento en que empezamos a revivir algunas de las situaciones de hace cinco años, en especial en el caso de los supermercados: colas en las cajas, carros llenos, estanterías vacías, rostros vencidos, nerviosismo: la psicosis por dentro... La gente no compraba por necesidad, sino por seguridad, como cuando le dio por hacer acopio de papel higiénico ante la llegada del Covid. La gente necesitaba -y necesita- sentirse segura, sobre todo cuando nadie del Gobierno sale ni siquiera para dar un triste parte.

Hay quien sostiene que, al final, no aprendimos nada de la pandemia. Yo creo que sí, pero no solemos ponerlo en práctica, por pura dejadez. Y el lunes quedó de manifiesto que hay ocasiones para demostrarlo, ya que los grandes protagonistas fueron los ciudadanos: ni altercados, ni delitos de consideración, ni siquiera de madrugada, para los que veían el terreno abonado a distopías tipo La noche de las bestias. También a través de los gobiernos y fuerzas de seguridad locales, que casi trabajaron a ciegas, ante la falta de instrucciones directas desde arriba -“¿Lo estamos haciendo bien?”, le preguntaba la alcaldesa de Jerez a la subdelegada del Gobierno de Cádiz cuando por fin pudieron establecer comunicación a las nueve de la noche-.

De hecho, lo más grave de toda la jornada fue rescatar a las personas que habían quedado atrapadas en ascensores, restablecer el suministro de agua y, por encima de todo, porque afectó a todo el mundo, las enormes dificultades para poder contactar por teléfono o mensaje con los demás. Ésa fue nuestra gran debilidad, en muchos casos de tipo emocional, ante la imposibilidad de poder hablar con cualquier familiar, tanto para saber si se encontraba bien como para comunicar que lo estábamos.

La gente, por otro lado, además de necesitar sentirse segura, precisa ahora de respuestas, porque tiene muchas preguntas; entre ellas, ¿cómo pueden desaparecer 15 gigawatios en cuestión de segundos?, ¿se volatilizaron o fue un aventajado discípulo de Moriarty el encargado de birlarnos la energía? Puede incluso que nos conformemos con que atiendan un único ruego ciudadano: que esto no vuelva a pasar.

Porque podemos establecer todas las comparaciones que queramos con la pandemia, incluso con el pasado, a la hora de recrear cómo eran nuestras vidas antes de que aparecieran los móviles e internet, o a la hora de invitar a nuestros hijos a que disfrutaran con los juegos que nosotros practicábamos a su edad en plena calle, pero por encima de todo hay una cuestión impepinable: este apagón sólo nos ha afectado a nosotros, o por ser más precisos, a los residentes en la península ibérica.

Esto nos compete a nosotros, y por encima de nosotros a nuestro Gobierno y al “operador privado Red Eléctrica” -las comillas sólo denotan la cobardía de quien pronunció la frase-, pese a lo cual, seis días después siguen sin producirse dimisiones y sin ofrecerse explicaciones exactas sobre lo ocurrido. A lo mejor están haciendo tiempo para “buscar un disfraz mejor”, como en la canción de Vetusta Morla que dibuja un apagón: “Ya ves, lo que es no es”.

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