La llamada tarifa plana, aprobada por el gobierno recientemente, supone el pago entre 50 y 100 euros de cuota de la Seguridad Social, por cada nuevo trabajador con contrato indefinido. Si se efectúa con las debidas garantías es una buena noticia, ya que podría situarse en la orientación hacia el reparto del trabajo y la riqueza. Es notorio, que el sistema de Seguridad Social, que garantiza  cuidados médicos durante toda la vida, así como el de las pensiones, solo son posibles mantenerlos si conjunta y solidariamente toda la población aporta parte de la plusvalía que genera con el trabajo, quienes pueden tenerlo. Precisamente una gran parte de la plusvalía producida por todas las personas trabajadoras es absorbida por manos privadas. Y estas cantidades ingentes de recursos económicos gozan, sobre todo en las grandes fortunas, de reducciones considerables en su fiscalidad.
Desde el inicio de la crisis CGT, entre otras organizaciones,  ha venido insistiendo en que sólo mediante el reparto del trabajo y la riqueza era posible hacerle frente. Muchas voces han propuesto al Gobierno la necesidad, en estos tiempos críticos, de incentivar la contratación para reducir la enorme cantidad de personas desempleadas. Ahora parece que el gobierno pone en marcha un camino para ello. Compensando la reducción de la recaudación de cuotas de la Seguridad Social, que este plan de Tarifa Plana supone, con los mayores ingresos que supondrá la contratación de más personas. De hecho una persona en desempleo no cotiza nada y cuando es contratada aumenta su poder adquisitivo, traduciéndose en un mayor consumo y más ingresos por IVA, así como por el IRPF. 
Las ayudas al empresariado, que supone esta “tarifa plana”, producirán consecuentemente una mayor productividad, que generará un aumento de los beneficios empresariales. La parte de riqueza creada mediante la mencionada tarifa plana, debe también ser recaudada por el Estado, para que la plusvalía  contribuya,  garantizando los derechos sociales, a resolver los graves problemas que aquejan a este pueblo. La otra opción es repartir trabajo, de forma que el aumento en la contratación usando este plan repercuta en una reducción de jornada de trabajo para las personas que ya estaban contratadas.  Si la inteligencia se aplica al bien común, en este caso siempre que se reparta trabajo y riqueza, es preciso reconocer este hecho  como muy positivo. Para que el ejemplo cunda, se desarrolle en todas su dimensiones y se repita más a menudo.
Fdo Rafael Fenoy Rico   Comunicación Educación  CGT