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Lo que queda del día

El ídolo en su tentación

Como algunos de ustedes sabrán, el periódico Información cuenta con diferentes ediciones por toda Andalucía; en algunos casos como diarios -como el que tiene ahora entre sus manos- y en otros como semanarios. Dentro de este último caso, la ciudad granadina de Guadix es una de las más veteranas dentro del proyecto. Allí editamos cada semana, cada viernes, el periódico Wadi-as Información. Del análisis de su larga trayectoria podemos sacar dos conclusiones en claro: que el gran evento festivo del año es la celebración del Cascamorras y que el ídolo local indiscutible es Paquillo Fernández, el multilaureado marchista.

Cada una de sus carreras se sigue con una expectación impresionante por parte de sus paisanos. Cuando corre Paquillo, el pueblo se paraliza. El Ayuntamiento suele colocar una pantalla gigante en un lugar céntrico para que todos presencien la prueba en directo, como si se tratase de un decisivo partido de fútbol, y, como casi siempre ha ocurrido, las calles se visten de fiesta unos días más tarde para recibir al campeón. Hasta el propio periódico realiza ediciones especiales ante cada competición relevante.
Por estos mismos motivos, llevo varias días pensando en todos esos paisanos y seguidores del atleta que esta semana han visto cómo el propio Paquillo ha terminado por reconocer que poseía en casa sustancias dopantes. No las consumió, y mucho menos traficó con ellas, pero las consiguió, las tenía a mano, guardadas en un armario, como la caja de bombones que ocultamos en la despensa para que un familiar con colesterol alto no se vea tentado de saciar su apetito, con la diferencia de que, en este caso, el familiar era él mismo, y su enfermedad el inexorable paso del tiempo por el cuerpo de un deportista que se cree capacitado para seguir acumulando nuevas gestas.
Obviamente, es la palabra de Paquillo contra lo que cada uno de nosotros y cada uno de sus paisanos quiera creer al respecto; los habrá quienes vayan con él a muerte y quienes duden de si las sustancias se quedaron en el armario o llegó a probarlas para fortalecer su resistencia de cara a un futuro con nombre de ciudad y fecha concreta: Londres 2012. Pero en el fondo de todo está la cuestión del deportista individual de élite obligado a subsistir con patrocinadores y ayudas públicas, tal vez no acordes con los méritos contraídos, y al que se le agota el tiempo a medida que se reducen las opciones de llegar a nuevos retos, con el objetivo siempre de alcanzar la recompensa a un esfuerzo que, frente al dinero que se maneja en otras modalidades deportivas menos sacrificadas, sí enaltece los auténticos valores del deporte.

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