De chiquitito, con 6 años o así, cuando iba en coche y, junto al Toro de Osborne, veía la mítica botella del Tío Pepe, yo daba por hecho que era en honor a mi tío. Apellidándome yo “Botella” y llamándose él “Pepe”, mi lógica no tenía fisuras.
También él fue el primero en la familia en comprarse una cámara de vídeo y grabarnos: en los pinos, en la playa, en la nieve, jugando al fútbol…
Pronto descubrí que no era así. Que él no era “Botella”, ni tampoco “Franco” (mi segundo apellido). Sino que él era Galán, era mi tío político y, además, mi padrino. O sea, mejor todavía que tener un cartel gigante en la carretera. Mi tío Pepe, junto con mi tía Trini, fueron los primeros de la familia cercana en viajar. Viajaban, y nosotros, que éramos niños, esperábamos que nos trajesen regalos. Aunque el mejor regalo siempre fue quedarnos esos días con mis primos en nuestra casa. También él fue el primero en la familia en comprarse una cámara de vídeo y grabarnos: en los pinos, en la playa, en la nieve, jugando al fútbol… en todas partes menos cuando fuimos de camping, que grabó la negrura de la funda de la cámara y la apagó justo cuando nos enfocaba.
Era del Real Madrid, carnavalero, cofrade y taurino. Estereotipo completamente contrario a lo que vivíamos en casa y, aun así, era el más querido por todos. Obviamente, en las cenas de Navidad en mi casa teníamos las emblemáticas discusiones de cuñados: fútbol, política y el sexo de los ángeles. Pero, sobre todo, lo que recordamos son sus chistes —los malos, los buenos y el de la Peugeot—, su humor, su cariño, y, por encima de todo, que era muy buena gente.
A mí no me gustaba ver la Semana Santa. Si acaso, escuchar las bandas. Pero no por motivos grandilocuentes, sino porque no soportaba estar quieto esperando. Por eso tampoco veía la cabalgata de Carnaval, ni vi la de Reyes durante más de 30 años. Ahora, como padre, toca apechugar unos años.
Pero sin desmerecer a ninguna hermandad, la que sí tenía que ver era la de los Cerillitos. Aunque trabajase, hubiese partido de Champions o mis amigos tuviesen otros planes, un Martes Santo —si el tiempo acompañaba y salían— tenía que verla sí o sí, porque salían mis primos, mi tía y mi tío Pepe. Hermandad de la que tuvo el honor de acabar siendo Hermano Mayor poco años antes de dejarnos.
Por eso, aunque no soy hermano oficial de ninguna —ni lo seré—, cuando este pasado domingo la hija de un amigo me preguntó de qué hermandad era yo, le respondí con orgullo que soy de los Cerillitos, como mi tío Pepe.

- Javier Botella. -
- Viva.
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