En Conil de la Frontera, el mes de mayo no se mide en días, sino en latidos de mar. Cada año, cuando las aguas templadas del Atlántico traen consigo los grandes bancos de atunes rojos, el pueblo entero parece respirar al ritmo de la almadraba. Y es en ese preciso instante, cuando la tradición y el sabor se dan la mano, que comienza una de las citas más esperadas de la costa gaditana: la Ruta Gastronómica del Atún Rojo, que este 2025 celebra su vigésimo octava edición entre los días 9 de mayo y 9 de junio. Treinta y un días en los que el atún salvaje se convierte en arte, historia y deleite. En los fogones de 28 establecimientos, en las calles, en la Torre de Guzmán y en la memoria colectiva de un pueblo que ha sabido conservar el alma de su pesca milenaria.
Como si de un ritual se tratara, la ruta comienza este año con un susurro del tiempo. El viernes 9 de mayo, una ruta teatralizada titulada “Susurros del Viento” nos invitará a mirar hacia atrás, a los días del siglo XVI en los que Conil era ya villa marinera, almadrabera, de redes y de sal. La salida tendrá lugar desde el Callejón del Portillo, a las once de la mañana, y en ella, actores y narradores guiarán a los visitantes por calles y rincones donde el eco de los antiguos modos de vida aún vibra. Será un paseo por la historia viva de Conil, una antesala perfecta para sumergirse en la cultura que da sentido a esta ruta.
El sábado 10 de mayo, el corazón gastronómico de la villa comenzará a latir con fuerza. En el entorno de Santa Catalina y la Torre de Guzmán, el ronqueo —ese arte preciso de despiece del atún— abrirá la jornada a las diez y media de la mañana, de la mano de Petaca Chico. Ante los ojos del público, el cuerpo majestuoso del túnido irá revelando sus partes nobles: parpatana, tarantelo, descargamento, solomillo… un ballet de cuchillos y sabiduría ancestral. Poco después, a las once, los fogones comenzarán a encenderse para dar paso al concurso gastronómico de cocina innovadora, donde chefs locales reinterpretarán al atún con técnicas modernas, fusiones atrevidas y presentaciones sorprendentes. La tradición se transforma en vanguardia sin perder el alma.
A las una de la tarde se abrirán las barras y comenzará la degustación popular, una liturgia en la que cada plato —a un precio simbólico de 3 euros— es una declaración de amor al mar. Entre bocado y bocado, los asistentes podrán descubrir nuevas texturas, maridajes inesperados y el sabor puro de la almadraba. La jornada concluirá con música en directo, a las cuatro de la tarde, con la actuación de Mr. – Catumba, Sonando Rumba, que pondrá ritmo al vaivén de las olas y de los corazones.
El domingo 11 de mayo, la cita se repite con alma más clásica. Esta vez será la empresa Gadira la que ofrezca el ronqueo a media mañana, preparando el escenario para el concurso de cocina tradicional. Porque el atún no solo se reinventa: también se honra. En las ollas y sartenes de los cocineros de siempre, reaparecen los guisos de antaño, los escabeches, los encebollados, las mojamas. A la una volverá la degustación popular, y a las dos de la tarde, el jurado emitirá su veredicto y entregará los premios a las mejores creaciones del fin de semana. El broche musical lo pondrá el grupo “Aquel 20 de abril”, cerrando dos días de auténtica fiesta marinera.
Pero la ruta no termina ahí. Durante todo un mes, Conil se convierte en un gran restaurante al aire libre, con los 28 bares y restaurantes participantes ofreciendo menús y tapas especiales, cada uno con su visión del atún, desde la pureza de la tradición hasta la osadía de la cocina contemporánea. Cada plato es un homenaje, no solo al producto, sino a los hombres y mujeres del mar, a los almadraberos que cada primavera tienden sus redes en las aguas de la costa gaditana, repitiendo gestos heredados de los fenicios.
Conil no solo ofrece sabor. Ofrece un relato. Una vivencia. Una historia contada con cuchillos, fuego lento y salitre. La XXVIII Ruta Gastronómica del Atún no es un evento: es una forma de entender la vida junto al mar. Y entre ronqueos, notas musicales, platos que emocionan y paseos con historia, lo que realmente se celebra es la unión profunda entre un pueblo y su mar.