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Torremolinos

Isabel Manoja, Isabelichi de Torremolinos…

Isabel Manoja nació en 1942 en el molino propiedad de la familia, donde se gestó la Autonomía de Torremolinos

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    Luchadora incansable por la Autonomía de Torremolinos, tras nueve años de lucha ininterrumpida, hombro a hombro con los suyos, se fue para siempre aquel melancólico 19 de mayo de 1988, tan solo cuatro meses antes de que el pueblo de sus amores consiguiera la independencia municipal. Cuando la década del siglo finalizaba, un 12 de febrero, el pueblo agradecido le dedicó a su memoria la céntrica arteria urbana que hoy lleva el nombre de Avenida de Isabel Manoja. En un alegre y ajardinado rincón de la ancha rúa, las autoridades municipales descubrían un artístico busto de la gran dama, nombrada con todo merecimiento “Hija Predilecta de Torremolinos”. Obra del escultor Hamilton Red Armstrong, el busto, que era la gracia y solera de aquel trozo de paraíso en medio de la urbe, se encuentra desaparecido a día de hoy. Su vacío causa amargura al ciudadano. La nostalgia invade el lugar. Parafraseando libremente las palabras del escritor y poeta Francisco Candel, “han roto un paisaje”.   

 

 El antiguo molino de los Manoja, en el mismísimo corazón del pueblo que el viejo “Cao” regaba, echó los molones a rodar un venturoso día de 1942, cuando Isabel Manoja Serra lo inundó de alegría con su llegada al mundo. El “Cao”, el Cauce que desde los manantiales dejaba correr su cristalina inocencia, alegró la fiesta con su acuática salmodia. También la acequia que más abajo discurría, donde, antes de entrar en la escuela, jugaría y regaría sus floridos ramilletes aquella ilusionada niña que fue Isabel Manoja, la Isabelichi de todos los torremolinenses. Hoy la niña no está. Se marchó cuando la Autonomía venía. No pudo contemplar el amanecer del Pueblo. Tampoco está el Cao. Soterrado, murió de pena, presagiando la ausencia de su niña. Por el seco y duro enlosado de la calle que fuera el seno de aquel Cauce cuya savia alimentó al pueblo durante siglos, bajan hoy, amorriñadas, las aguas del recuerdo. El molino de Isabelichi, y con él los molinos todos del pueblo, hubieron de acunar sus glorias y anhelos en el lecho inmarcesible de la añoranza. 

 

   De Isabelichi nos queda su recuerdo y su obra: el silo de granos que ella aportó a la causa noble de la Independencia del Pueblo, su rama grande del árbol de la Autonomía. Ella se durmió cuando el Pueblo comenzaba a despertar. No llegó a empaparse de las luces de la alborada, pero las vislumbró desde la atalaya del tiempo y las ilusiones. Nos quedan también las palabras de Isabel impresas en el Boletín “La Voz de Torremolinos”, editado en mayo de 1983 por la Junta Pro-Autonomía que dirigió el afán popular de forjar un Torremolinos libre. Sus palabras, todo un clásico, esbozan una entrañable y bella estampa del viejo pueblo que palpitaba a orillas del Cao:  

  

 “En este primer número de ‘La Voz de Torremolinos’ me ha gustado la idea de recordar parte de mi niñez asociándola a aquella gran mujer que fue Doña Antonia Miret, maestra con la que aprendimos a leer y escribir medio Torremolinos y a la que tanto debemos toda mi generación. La Escuela situada primero en calle Hoyo fue más tarde trasladada a calle Cauce… Pues bien, allí junto a la acequia y mientras esperábamos la hora de la clase, jugábamos todos los días a los jardines. Cada una de nosotras teníamos una pequeña parcela de flores de las que crecían al lado de la acequia, la cual cuidábamos y regábamos… diariamente con esa agua directa de los Manantiales y que corría tan limpia y cristalina que hasta se podía beber de ella. También recordaréis conmigo el ’Cao’ donde nos bañábamos… Al recordar esta acequia y corriendo por ella aquella agua clara y limpia, me viene a la memoria que precisamente es ella la causa de nuestros males; Málaga se enamoró de ella y aquí estamos, convertidos en sus vasallos, luchando por reconquistar nuestra independencia municipal”.

 

  Isabel Manoja, Isabelichi de Torremolinos: Tu Pueblo ya ostenta la regia corona de la Autonomía, la independencia municipal que tú soñaste y por la que tanto luchaste. Muchas cosas han cambiado, consecuencia de la prosperidad; la modernidad se nos ha colado por las ventanas. Mas tu ayer aún inflama las entrañas de ese Torremolinos que, sin ti, queda vacío…    

 

 

 

                                      Soneto a Isabel Manoja                     

 

                           (Jesús Antonio San Martín, de su libro

                             “Torremolinos, mi sol, mi amor”)

 

                             Se ha quedado, Isabel, muda y vacía

                             esa Torre que a tí nacer te viera,

                             la del Pueblo que eterno amor te diera

                             y al que presto tu amor correspondía.

 

                             Los Molinos han roto su armonía:

                             se ha dormido la niña que corriera

                             con ingenuo frescor de primavera

                             por el Cauce que diáfano bullía.

 

                            ¡Ay, las flores aquellas tan hermosas

                            de tu acequia de ayer, con que formabas

                            ramilletes de tierna algarabía..!

 

                            ¿Y esa flor en tus manos candorosas,

                            no es la flor que de niña tú mimabas?

                            Esa es; y, su nombre, ¡Autonomía!

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