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Lo que queda del día

La resaca de los ICO y la receta del día después

Habrá casos dramáticos, desahogados y hasta desinteresados, de lo que se meterán el dinero en el bolsillo sin decir nada a nadie, pero todos remiten a una misma conclusión: ¿a qué esperó el PSOE a impulsar una medida así?

Ayer me escribieron unos amigos para confirmarme que el banco ya les había ingresado la cantidad adeudada por el ayuntamiento de su ciudad gracias a los fondos ICO. Más de cien mil euros. Desacostumbrados como están a ver tantas cifras y ceros seguidos, uno detrás de otro, les costó atinar a la primera con la cantidad que aparecía en la cuenta. Después llegó el aliviado sobresalto, muy parecido al que uno imagina deberá espolear el corazón de los que descubren que han acertado la combinación de la primitiva. Me alegro por ellos.


Hace un par de años tuvieron que despedir a casi toda la plantilla y, a riesgo de que les tomaran por carajotes, lo hicieron abonándoles los 45 días por año trabajado y aportando de su bolsillo la parte necesaria para completar las indemnizaciones. No les bastó solo con eso. La Seguridad Social malinterpretó el convenio laboral que tenían en vigor, en virtud del tipo de negocio, les embargó todas las cuentas y les endosó una multa de cinco dígitos. Afortunadamente para ellos, la Justicia les dio la razón: la administración les devolvió el dinero requisado, anuló la sanción y dejó sin comisión al espabilado instructor y con la misma cara de tonto al iluminado que instó a abrir la investigación. Eso, al menos, acabó bien. Hace poco, y tras asegurar que el consistorio saldaría la deuda, volvieron a ampliar la plantilla con la esperanza de revitalizar el negocio. Les podrá salir mejor o peor, pero, al menos, ahora sí están en su perfecto derecho a equivocarse y no a que otros lo hagan por ellos sin haber arriesgado ni un solo euro.  

Es su caso. Tal cual. E imagino que habrá muchos otros similares a éste, incluso más dramáticos, y hasta más desahogados, o desinteresados, de los que se meterán el dinero en el bolsillo sin decir nada a nadie; pero todos ellos remiten a una misma conclusión: ¿a qué esperó el anterior gobierno socialista para poner en práctica una medida de estas características que pudo haber salvado negocios y empleos y acelerado el cumplimiento de las políticas de austeridad a nivel municipal que tan a boca llena se aconsejaban y proclamaban con la mirada puesta en mayo de 2011?


Sin duda, el “¿y esto por qué no se nos ocurrió a nosotros antes?” sigue retumbando todavía en las cabezas pensantes del partido, cada noche, momentos antes de conciliar el sueño, como los ecos de voces y melodías que te acompañan al caer rendido por la incipiente resaca de toda una tarde de juerga y farra.


Pero si ya es difícil que alguien dé algo a cambio de nada, imagínense si hay dinero de por medio. La concesión de los fondos ICO no es una gracia -en todo caso, la que tú me haces, le habrán dicho a algún alcalde-, sino el primer paso dentro de un compromiso contractual más próximo al que puedas sellar con el diablo que al que se firma junto a un altar; de hecho, terminarán condenados a la intervención aquellos que sean incapaces de cumplir con los propósitos de cada plan de ajuste, mientras los bancos -incluido Bankia- suman intereseses sin despeinarse durante un plazo de diez años a costa de los sacrificios municipales, en los que también se incluyen los nombres y apellidos de aquellos que ni siquiera van a tener la oportunidad de equivocarse por sí mismos. 


Nada es gratis, ni siquiera la excusa de poner el contador a cero a cambio de iniciar una profunda transformación en el organigrama municipal, como va a ocurrir en Jerez, pero en algún momento había que dar el paso, como se va a dar con las concesionarias. Esa renegociación de las condiciones que ha alertado esta semana a oposición y sindicatos demuestra la trascendencia de un plan de ajuste que se atraganta en pequeñas dosis frente a su acelerada digestión de un solo trago.  El PP ha intentado que fuese del tirón, como el que se bebe una cucharada de Primperán para quitarse el dolor de estómago, pero, como los buenos médicos, deberá optar por atender de manera más específica al paciente, porque, en el fondo, no le falta razón, como ocurre en el caso concreto de las concesionarias, y, ahora mismo, lo que se echa en falta es que se sepa explicar mucho mejor.

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