Los que llevamos más de veinte años fidelizados a ese mundo tan ictérico como reconocible de Los Simpsons siempre apreciamos el talento oculto y despreciado del actor secundario Bob, marginado en su papel de comparsa ante las gracietas de su jefe Krusty el payaso. El cine, el teatro, la literatura, la música y el mundo del arte en general están llenos de grandes secundarios que, pese al reconocimiento, nunca llegaron más allá por el mero hecho de asumir esa condición secundaria. La política misma posee un amplio elenco de secundarios ilustres, y también de otros muchos que, como el actor secundario Bob, están dispuestos a reivindicar la trascendencia de la labor que tienen encomendada desde esa segunda fila a la que no suelen prestar tanta atención los espectadores.
Nadie pone en duda, por ejemplo, la relevancia e importancia de un cargo como el de secretario general o presidente de un partido, a cualquier nivel, a la hora de guiar a sus dirigentes y a la militancia por el camino más apropiado, pero tampoco es menos cierto que para el ciudadano de a pie apenas haya tenido hasta ahora la más mínima repercusión, asumida la circunstancia de que su puerta no será una de las que acuda a llamar en busca de la solución a un problema, sino la de su alcalde o los concejales que considere más cercanos a su ámbito de relaciones; e incluso si el cargo de alcalde coincide con el de secretario general, a quien piden audiencia es al primero, no al segundo.
Sin embargo, en los tiempos que corren, las grandes siglas han terminado por asentir que sus órganos de dirección no solo están para poner orden en cada partido o agrupación, sino para reconducirlo y dar respuesta a las reivindicaciones de los ciudadanos. Javier Arenas encarnó a la perfección ese nuevo modelo de implicación política, aunque algunos le recriminaran que en muchos pueblos no terminó de poner pie en tierra a su paso por los mismos, y Antonio Sanz está dispuesto ahora a extrapolarlo al conjunto de la provincia de Cádiz como nuevo presidente del PP. Sanz, que hará oficial este domingo su nombramiento, lleva varias semanas recorriendo a diario todas las poblaciones de la provincia, interesándose por sus problemas y poniéndole las pilas a los militantes, que, dentro de este nuevo escenario de acción política, deben empezar a asumir que no son meros extras, sino que aspiran, como mínimo, a esa función de secundarios que ahora parece tener habilitadas plazas disponibles.
Como decía Chaplin en Candilejas, “el tiempo es un gran actor. Siempre acaba con el final perfecto”. En el caso de Antonio Sanz es un comienzo, no un final, aunque tiene la misma trascendencia después de ese incómodo tránsito a nivel interno en que se han convertido estos últimos seis meses, desde que su partido no lograra gobernar en Andalucía.
De Miriam Alconchel, que el viernes fue elegida secretaria general del PSOE de Jerez, cabe decir lo mismo, y con mayor fidelidad aún a la cita, puesto que hasta apenas un par de días antes a la celebración de la asamblea su nombre entraba en las quinielas pilaristas, aunque en ¿fraternal? rivalidad con el de otros compañeros. Fue, sin duda, un final perfecto, pero, sobre todo, el comienzo de algo nuevo, partiendo de la reorganización del Grupo Municipal, ante los cambios que se avecinan en sus asientos, y la estimulación de su labor como equipo en la oposición, algo que las propias bases del partido han venido reclamando y subrayando en los momentos previos a la trascendental asamblea. Parte Alconchel con una ventaja: la dedicación plena a una labor en la que prescinde de la responsabilidad añadida de sentirse futura candidata. Podría serlo, pero no tiene por qué. Sanz, por ejemplo, no lo será en el PP, y ahí le toma una importante delantera a Irene García, en cuya hoja de ruta figuran ya muchos kilómetros menos que los realizados por el dirigente popular.
Desde esta nueva perspectiva muy pocos coincidirán en definir sus recién estrenadas responsabilidades como funciones secundarias. Nunca lo fueron, pero ahora mismo se han hecho más imprescindibles ante la necesidad de dar respuestas dentro y fuera de cada partido.