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Cuando el director es la gran estrella sobre el escenario

La obra ‘Crimen perfecto’ inauguró en la noche del pasado viernes la nueva temporada teatral del Villamarta. La versión de Víctor Conde parte del clásico de Hitchcock hasta convertirlo en un atractivo homenaje.

Rosanna Arquette dirigió en 2002 un aclamado y muy recomendable documental titulado En busca de Debra Winger, con el que pretendía dar respuesta a la frustrante carrera de numerosas actrices norteamericanas a las que el paso de los años había relegado a un segundo y tercer plano por el hecho de no seguir siendo tan jóvenes y bellas, o porque había otras más jóvenes e igual de bellas que les habían tomado el relevo. Ocho años más tarde, el director David Trueba tomó el testigo a la propuesta aunque en forma de serie televisiva y centrada en la carrera de un actor que lo fue todo durante casi dos décadas -la de los ochenta y noventa- y que había terminado relegado a meras apariciones estelares con la entrada del nuevo siglo. La serie llevaba por título ¿Qué fue de Jorge Sanz? y era una especie de falso documental en el que se aproximaba al actor-personaje después de haberse convertido en una de las figuras de referencia de nuestro cine, desde Valentina hasta Los peores años de nuestra vida, pasando por Amantes o Belle epoque.
Propongo este preámbulo porque la nueva versión teatral que nos propone Víctor Conde no puede ser ajena a los prejuicios, y el primero de ellos se llama Jorge Sanz. El segundo, obviamente, es el de su referente cinematográfico, el de la primera adaptación al cine de la obra escrita originalmente para la BBC por Frederick Knott y llevada a cabo por Alfred Hitchcock en 1954. Lo curioso es que el principal mérito de esta nueva adaptación teatral reside en superar con notable éxito cualquiera de ambos prejuicios: el de nuestra particular percepción a la hora de encasillar a Jorge Sanz y el de entender como sacrilegio la usurpación de los territorios explorados por el maestro del suspense en esta intriga desarrollada plenamente en el interior del salón de una confortable vivienda londinense.
En ambos casos, tanto en el de Sanz como en el de adaptar, no ya al autor original, Knott, sino a Hitchcock, sale más que airoso el responsable de esta interesante y atractiva adaptación que, ineludiblemente, también resulta lastrada por la reconocida trama de intriga que recrea como por las referencias artísticas que nos legó el filme original, especialmente en lo concerniente a la protagonista femenina, una Grace Kelly de la que se encuentra a mucha distancia su análoga protagonista teatral, Mar del Hoyo, de la misma forma que lo está Pablo Puyol del papel protagonizado en el celuloide por Robert Cummings, aunque haya que reconocerle el espectacular y bien domesticado torso, así como su peculiar homenaje musical al maestro Hitchcock interpretando en uno de los recesos el Qué será, será que hizo célebre Doris Day en El hombre que sabía demasiado.
En el fondo, toda la obra está configurada como un sentido homenaje escénico a las posibilidades visuales concebidas en cada una de las grandes obras del cineasta británico, hasta el punto de que más allá de las referencias, de la historia, incluso de Jorge Sanz, quien se erige en gran protagonista de la función es el propio director. ¿Quién se acuerda hoy día de Ray Milland? Posiblemente algunos, pero pregunten por Crimen perfecto y verán cómo la primera imagen que les viene a la mente es la de un teléfono y, sobre todo, la de unas tijeras, como signo de identidad de esa fidelidad innata de Hitchcock por los objetos.
En el caso de Víctor Conde ocurre algo parecido, pero por imitación. Ha concebido el montaje como un homenaje al maestro, hasta el punto de que la obra recrea el rodaje de la película y convierte el escenario tanto en el set cinematográfico como en la cámara en movimiento que guía la mirada del espectador en cada momento. Hay, en este sentido, determinadas soluciones visuales muy atractivas, como ocurre en los momentos previos al intento de asesinato de la protagonista, incluso un vitalista subrayado lumínico de los fondos, tomados prestados de otras referencias fílmicas de Hitchcock, lo que enriquece de manera muy atractiva el conocido desarrollo de la narración hasta lograr que prevalezca el intento por situar, al igual que en el original, al director por encima de la historia en sí, por el mero hecho de tomar a la misma como fuente de inspiración para desarrollar determinadas inquietudes artísticas.
Crimen perfecto, adaptada al cine como Dial M for Murder (Marca M de Asesinato) fue originalmente escrita por el dramaturgo británico Frederick Knott y estrenada en la BBC en 1952, desde donde pasó a los escenarios de Londres y Nueva York antes de que Hitchcock aceptara adaptarla al cine.
La versión presentada este viernes en el Teatro Villamarta sirvió para inaugurar la nueva temporada teatral. La entrada fue más bien discreta. No se espera que así lo sea en la inefable próxima propuesta teatral protagonizada por Bertín Osborne y Arévalo. Yo prefiero a que alguien me lo cuente.

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