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La tribuna de Viva Sevilla

Las ruinas urbanas de hoy

Cuando uno pasea por Sevilla y advierte que zonas muy turísticas están sembradas de edificios-basura piensa si no estaremos viendo muestras de arqueología contemporánea. Por ejemplo, el Paseo Catalina de Ribera tiene varios edificios, hasta tres, que son refugio de indigentes y un peligro público.

El famoso arquitecto Arata Isozaki, en su juventud acuñó una frase que tuvo éxito: “Sólo una cosa es cierta: El futuro contendrá las ruinas del presente”. Lo que no dijo es que otra frase también es cierta: El presente contiene las ruinas del presente. Y es que por más que nos empeñemos en defender la arqueología del pasado, la que supuestamente tiene valor cultural, nuestras ciudades contienen restos sin valor que se levantan en sitios privilegiados como testigos de fracasos económicos y de incompetencia administrativa.

Cuando uno pasea por Sevilla y advierte  que zonas muy turísticas están sembradas de edificios-basura  piensa si no estaremos viendo muestras de arqueología contemporánea. Por ejemplo, el Paseo Catalina de Ribera tiene varios edificios, hasta tres, que son refugio de indigentes y un peligro público por sus malas condiciones de urbanización. En la calle Menéndez Pelayo, la Florida está andamiada en un equilibrio inestable para defender una fachada insulsa y fuera de contexto, que en cualquier momento provocará un accidente fatal. Y así tantos ejemplos en sitios principales. 

Nadie se preocupa de sanear estas lacras urbanas similares a deposiciones constructivas,  que terminan siendo parte del paisaje urbano. Pero ¡qué paisaje! Sorprende el poco interés que nadie muestra por limpiar esas manchas en lo mejor de nuestras ciudades. No todo son edificios desechables. Muchos de ellos tuvieron ese carácter en su momento y sólo la vejez, el abandono y la incuria los han reducido a objetos sin valor. La reutilización podría salvar muchos de ellos y haría falta una normativa para que legalmente pudiera expropiarse a sus dueños la propiedad de esos adefesios detenidos en su más triste estado. Lo mismo que hay un inventario de solares urbanos que es necesario edificar en plazos determinados porque la ciudad no puede estar poblada de calvas-estercolero, habría que inventariar el mapa de ruinas modernas, para que pudieran cambiar de dueño y demolerse o rehabilitarse. Cierto que en muchos casos las complicaciones legales son infinitas, ya que la propiedad no está clara o los compromisos adquiridos con terceros bloquean esta posibilidad. Pero de lo que no cabe duda es que la imagen de nuestras ciudades no puede quedar al albur de contingencias económicas evitables o de inoperancia administrativa o legal.

Es cierto que en este momento los efectos de la crisis han paralizado promociones en una fase de edificación temprana y que nos hemos acostumbrado a vivir entre los esqueletos de lo que querían ser viviendas y no han podido continuar vistiendo las pieles de sus fachadas y las tripas de su interior. Pero no nos referimos a ellas. Mejor hablamos de piezas detenidas antes de la crisis y que tal vez lleven más de cinco o diez años en un estado de abandono. Para éstas, cuyo valor patrimonial es nulo, habría que reservar una legislación especial y urgente.

Sevilla tiene órganos que velan por la salud de su imagen y que actúan con gran diligencia a la hora de controlar lo que se va a edificar, pero que son más laxos  a la hora de controlar lo que sobra. Si entre varias Comisiones de Patrimonio, la de la Junta y la del Ayuntamiento, y una Gerencia de Urbanismo, nadie pone el dedo en la llaga es muy posible que esas desgracias de la ciudad se perpetúen en el tiempo, hasta que realmente se hayan convertido en valores arqueológicos con antigüedad suficiente como para ser protegidas.

El hábito que todos tenemos de integrar en lo cotidiano todo lo que vemos sin crítica posibilita que esta situación no sea tan imaginaria. Entonces los cicerones pasearán por Menéndez Pelayo, por seguir con los ejemplos, y podrán decir:
“Andamio del siglo XX sosteniendo una fachada vieja. En el MOMA de NY se exhiben fotografías con el lema Building Action y está catalogado con el máximo grado de protección”. O, “quioscos deconstruidos en la trasera del Alcázar, esculturas arquitectónicas para meditar sobre la vanidad de la arquitectura”.
Personalmente prefiero que, aunque sean artísticas, no consideremos arte esas instalaciones y que simplemente les llamemos por su nombre: Basura.

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