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Lo que queda del día

Viaje interior de cuentas pendientes

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DOS MENOS
autor: Samuel Benchetrit.
dirección: Oscar Martínez, a partir de la versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino.
reparto: Pepe Sacristán, Héctor Alterio, Angela Villar y Nicolás Vega.
escenografía: Alberto Negrín (idea original)
obra original estrenada en parís en 2005.

Ayer, en televisión, ponían un anuncio sobre la gran labor humanitaria y humanizada de una fundación en la que sus profesionales dedican el tiempo a acompañar a aquellas personas a las que les queda poco de vida. En un alarde de lo que debe ser lo políticamente correcto, las llamaban “enfermos avanzados”. Es lo que suele pasar cuando uno no se atreve a llamar las cosas por su nombre; es decir, “enfermos terminales”, porque así es como se sienten en realidad. Los protagonistas de Dos menos podrían ser dos de esos “enfermos avanzados” a los que se retrata en el anuncio, pero pese a tratarse de personajes ubicados en el terreno de la ficción se nos muestran mucho más apegados a la realidad de nuestros días y, en este caso, a la de sus días, los pocos que les quedan. Son, de hecho, enfermos terminales, y nada más comenzar la representación un doctor entra en escena para comunicarles que el cáncer que padecen se ha extendido a causa de la metástasis y apenas les quedan un par de semanas para morir; así, sin anestesia, como suele decirse.

Es, en cualquier caso, el único posible punto de contacto con la realidad física de esta amargamente divertida reflexión vital, pero fundamental para sostener una representación que nos acerca, más que a la pretendida huida del hospital de su pareja protagonista para agotar sus últimas horas de vida, al reencuentro con viejas heridas aún abiertas, con cuentas pendientes, con la expiación de los pecados, con la necesidad de afrontar la partida desde el convencimiento de haber hecho algo por lo que ha merecido la pena vivir.
Los dos pacientes -impagabales Pepe Sacristán y Héctor Alterio (entre los dos suman 152 años)-, tras conocer el dictamen médico, deciden marcharse de la habitación e ir en busca de aquellas cosas que nos ofrece la vida, por insignificantes que parezcan, para disfrutarlas por última vez. Sin embargo, su liberadora peregrinación se convierte en una especie de misión -encontrar al padre de un bebé a punto de nacer- que les llevará a reencontrarse con su propio pasado y afrontar una especie de redención personal.
En este sentido, y como apunta el director de la versión al castellano de la obra, Oscar Martínez, el autor, el francés Samuel Benchetrit, “deja entrever que se trata de un viaje interior, y no un viaje físico”. El viaje, por tanto, se produce, pero puede que como parte de la ensoñación de los propios personajes llegado el final de sus días, dentro de un ejercicio de lucidez y liberación con el que dejar caer el telón con cierta sensación de satisfacción a partir de lo vivido.
El humor, en este caso, es el contrapunto a las asignaturas pendientes que van repasando los protagonistas a lo largo de la obra, pero también ensalzado desde el punto de vista de su necesaria existencia para superar las vicisitudes y exprimir cualquier resquicio de optimismo hasta en los momentos más delicados. Los dos personajes van a morir, sí, pero parecen empeñados en hacerlo con sentido del humor, reconociendo que ése ha sido uno de los dones por los que ha merecido la pena vivir a lo largo de sus casi ochenta años de vida, tanto como otros placeres mundanos (el deseo, el amor, la amistad...) y otros más desagradables, propios de la personalidad de cada cual.
Frente al mensaje, en cualquier caso, se encuentra el correcto equilibrio de la pareja protagonista -equlibrio dramático y personal-, valedora del ritmo, el ingenio y la profundidad del texto. Sacristán y Alterio, que no habían coincidido hasta sobre un escenario -pese a sus numerosos trabajos cinematográficos juntos-, nos brindan la oportunidad de disfrutar con su trabajo, con su eficiente naturalidad, cara a cara, después de lo que han significado sus carreras para muchos de nosotros, que, por otro lado, han corrido curiosamente paralelas en el transcurso de los últimos 35 años, ya que los dos alcanzaron el reconocimiento de la crítica a partir de mediados de los setenta, fechas en las que coincidieron en algunos filmes (Asignatura pendiente, de Garci, por ejemplo).
Por otro lado, si Alterio es uno de los actores argentinos más queridos en España -la amenaza de la Triple A le obligó además a establecerse en nuestro país-, Sacristán es de los españoles más queridos en Argentina, y tanto el trabajo de uno como de otro han hecho que la presente producción, de sello argentino (su estreno oficial fue en Buenos Aires), haya prolongado su éxito en España -en el caso de Jerez hubo palmas por bulerías al final de la representación, que ya se sabe que es el índice bajo el que se mide el reconocimiento popular a los trabajos que llegan cada año al Villamarta-.

éxito francés
Dos menos fue escrita por el escritor y director de cine francés Samuel Benchetrit en 2005. Interpretada por otro grande de la escena francesa, Jean Louis Trintignant, la obra se ha convertido en uno de los grandes éxitos de la capital gala en la presente década. Benchetrit, que tiene actualmente 36 años, es un auténtico autodidacta -dejó la escuela a los 15 años y fue después de su trabajo como acomodador en un cine cuando comenzó a escribir-. Ha dirigido dos filmes hasta la fecha, y ha gozado de una relevante popularidad como escritor gracias a su primera novela, Crónicas del asfalto, editada en nuestro país por Anagrama, y que en realidad forma parte de un proyecto de cinco novelas ambientadas en París a partir de sus propias vivencias.
El teatro regresa al Villamarta el 28 de noviembre de la mano de la compañía La Zaranda con la obra Futuros difuntos.

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