En las organizaciones los directivos son los responsables de la eficacia colectiva, es decir, de lograr que, entre todos, se puedan alcanzar los objetivos que se quieren conseguir. No obstante, cada persona tiene sus propias aspiraciones y no tienen por qué coincidir, y es labor del directivo intentar que todos colaboren para conseguir los objetivos comunes, satisfaciendo en lo posible los personales. Chester Barnard, en su obra Las Funciones del Ejecutivo, indicaba que una de las tareas fundamentales de los directivos es mantener el esfuerzo de todos para cooperar. No obstante, algunos directivos entienden esta cooperación de forma unidireccional, y creen que todos los demás tienen que colaborar para que los que están más arriba en la jerarquía consigan sus objetivos, pero les interesa poco lo que ocurre con sus subordinados. Para algunas personas un cargo no es una oportunidad para aportar y contribuir a que se hagan cosas, sino un escenario para figurar, un escalón para llegar al siguiente nivel, un cromo más para completar el álbum de su ego personal.
Dirigir es una tarea complicada, e igual que hay malos empleados también hay malos directivos. En ciertos ambientes, no conseguir resultados produce una selección natural que acaba con su sustitución. En otros ámbitos no. Se les mantiene como premio a su fidelidad hacia quienes les han nombrado, no por sus resultados. Algunos son directivos “Tarzán”, que saltan de una liana a otra, de un cargo a otro. Pasa el tiempo y siempre están en algún puesto relevante. Parece que saben de todo y valen para un roto y un descosido. Quizás el secreto para ser tan versátiles es que se les da bien hacer lo que les mandan sin rechistar, aunque un día tengan que defender una cosa y, al otro, la contraria.
Hay también otros directivos que son especialistas en no generar problemas a sus superiores. Aunque los problemas existan, tienen la habilidad de obviarlos o taparlos mientras sea posible o, si ya no tienen más remedio, exponerlos sin incomodar a sus jefes, rindiéndose incluso antes del primer no. Bajo una apariencia de asertividad, son capaces de hacer creer a las personas que tienen a su cargo que están haciendo todo lo posible por solucionar los problemas. No se les puede pedir más porque dicen que hacen todo lo que pueden, aunque no sea cierto. La mayoría de los directivos lo hacen lo mejor que saben y pueden, pero seguro que algunos nombres les habrán venido a la mente como buenos ejemplos de malos directivos.