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Primer caso y primer confinamiento: 5 años de Canarias como prueba piloto

El primer confinamiento masivo tras dar positivo un turista italiano que se alojaba en el hotel H10 Costa Adeje, con cerca de 1.000 personas

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Test PCR, rastreos, contactos cercanos, convivientes, confinamiento, EPI, mascarillas... toda la terminología que fue de uso masivo a partir de la declaración del estado de alarma el 14 de marzo de 2020 se había utilizado cerca de mes y medio antes en La Gomera, la isla canaria de apenas 20.000 habitantes que certificó el primer caso de la covid-19 en territorio español.

Este viernes se cumplen cinco años desde que Canarias se convirtió en el escenario piloto de la pandemia en España y lo fue no solo por ese primer caso de un turista alemán sino porque tan solo tres semanas después se desplegaría en Tenerife el primer confinamiento masivo tras dar positivo un turista italiano que se alojaba en el hotel H10 Costa Adeje, con cerca de 1.000 personas, entre huéspedes y trabajadores, en su interior.

Una anécdota

Sobre ambos momentos, muchos de sus protagonistas coinciden en destacar el desconocimiento y la inconsciencia sobre lo que llegaría a representar un virus al que todavía se llamaba "de Wuhan", la ciudad china donde empezó todo.

"El primer caso lo vivimos como una anécdota, como una experiencia que podría servirnos incluso en positivo y con algo de risas sobre la casualidad que suponía que precisamente hubiese sido en un lugar como La Gomera", relata a EFE la entonces directora del Servicio Canario de la Salud (SCS), Blanca Méndez.

"Ahí no sentimos presión más allá de los nervios iniciales para garantizar que el afectado estuviera bien atendido en un hospital que era de tercer nivel. Nos preocupaba que no hubiese respiradores o especialistas, pero previmos el traslado de efectivos desde Tenerife por si empeoraba", rememora Méndez, quien también alude a las dificultades iniciales para el traslado de las muestras, cuyo análisis solo podía hacerse en el Instituto de Salud Pública Carlos III de Madrid, pues "había miedo" entre los profesionales que debían mover los hisopos.

Aunque entiende que "anecdóticamente" hubiese "reticencias", el médico responsable del laboratorio de La Gomera, Jesús Grande, recuerda que las pruebas iban dentro de un triple contenedor que a su vez iba en otro contenedor de residuos biológicos que hacían "imposible" el contagio.

Finalmente fue la consejera de Sanidad del Gobierno canario, en aquel entonces Teresa Cruz, quien trasladó personalmente las muestras tomadas a los cuatro turistas desde el hospital hasta el aeropuerto de La Gomera, donde se trasladaron en helicóptero a Tenerife y, de ahí, en avión militar hasta Madrid.

También resultó compleja la labor de localizar al turista en un primer momento -se hizo visionando las cámaras de seguridad del aeropuerto de Tenerife sur y del puerto de Los Cristianos sin tener certezas sobre su apariencia- y rastrear sus contactos cercanos, a los que también se confinó de manera preventiva en la casa rural que compartían en la isla colombina.

Un policía para cada contacto estrecho

De hecho, la Policía Canaria llegó a enviar a La Gomera a cuatro agentes para tener a los cuatro turistas vigilados las 24 horas, con la peculiaridad de que todos ellos hablaban alemán. "Nos interesaba mucho hablar con ellos, sin intermediarios, y conocer sus sensaciones, cómo evolucionaban", ya que "sabíamos que en el futuro inmediato iba a haber más contagiados", cuenta a EFE el ex director general de Seguridad y Emergencias Gustavo Armas.

Tal y como explica el enfermero del SCS que coordinó los equipos de rastreo durante la pandemia, Aarón Plasencia, el 'modus operandi' empleado con el turista alemán serviría para definir más adelante los protocolos de los rastreadores que trabajaron durante la pandemia y que, en los picos, llegaron a ser unos 100.

"De bibliografía no había absolutamente nada para poder preparar esos protocolos o tomar ciertas decisiones, pero los expertos epidemiológicos nos hacían recomendaciones que variaban en cuanto se tenía más información sobre el comportamiento del virus. En base a eso se decidía a quién había que rastrear en el caso de los aviones, por ejemplo", añade Plasencia, que reconoce las dificultades logísticas de tener, tres semanas después, a cerca de 1.000 personas confinadas en un hotel "en condiciones de seguridad" con ese grado de incertidumbre.

Un "quita y pon" de los EPI

Y a nivel asistencial, la supervisora del área de ingreso del Hospital de La Gomera, la enfermera Elena Yanes, recuerda la complejidad que supuso, tras recibir el aviso, cambiar la disposición de toda una planta para crear las denominadas "áreas sucias" que se emplearían para los pacientes diagnosticados con el virus.

Al principio contaban únicamente con los equipos de protección individual (EPI) caducados, ya que se habían acopiado durante la crisis del ébola de 2014, y lo que peor recuerda de aquellos primeros días no es el trabajo en sí, pues al haber un solo paciente infectado sin sintomatología grave no era excesivo, pero sí era estresante el "quita y pon de epis" y la deshidratación que producían.

"El mundo se nos hizo un poco chico porque hasta entonces lo veíamos todo lejano y con desconocimiento. Tras habilitar la planta para recibirlos fue todo un poco surrealista porque habíamos aislado todo mucho y luego ellos entraron caminando simplemente con una mascarilla puesta. Fue como de película", relata.

También apunta que en ese primer caso "pocos querían trabajar por el desconocimiento y el miedo y no se podía obligar a nadie" y fue un grupo de enfermeros jóvenes quien dio el empujón y echó adelante ese primer servicio.

El confinamiento del H10

Tres semanas después, con los nervios ya a flor de piel en el sector turístico, que en Canarias tiene su temporada alta en invierno, hubo que afrontar otra prueba de estrés: un positivo, el de un viajero italiano de 61 años en un hotel que el Ejecutivo regional, en base al criterio de los expertos epidemiológicos, tuvo que cerrar.

Para evitar que nadie saliera del hotel se establecieron tres cordones de seguridad: el primero controlado por la Policía Canaria, el segundo, por la Policía Nacional, y el tercero, por la Policía Local de Adeje.

Además de un control exterior hubo vigilancia muros adentro, con policías infiltrados, ataviados con los EPI, que se encargaron de ver cómo era la convivencia de un grupo tan amplio y variado de personas, entre ellas unos 200 niños, detalla el ex director general de Seguridad y Emergencias.

Armas recuerda que, en general, el comportamiento de los huéspedes durante los catorce días que duró el encierro "fue perfecto" pese a que hubo algún intento de fuga que no acabó fructificando.

Amós García, por entonces jefe de la unidad de Epidemiología en Canarias, admite que la decisión de cerrar el hotel fue "muy difícil de tomar" en una comunidad que vive del turismo, aunque desde el punto de vista sanitario "lo teníamos claro: era la mejor manera de que el brote no saliera de allí".

Y eso que a esas alturas, admite, "muchos pensábamos" que el covid-19 "era como una gripe" y "no por frivolizar", sino porque la información procedente de China "era de ese calibre".

A Gustavo Armas esa medida le costó personalmente recibir varios mensajes amenazantes, algunos de muerte, a su teléfono personal, mientras que la entonces directora del Servicio Canario de Salud, Blanca Mendez, cuenta que había voces dentro del Consejo de Gobierno que la acusaban a ella y a la consejera de que con esa medida se "cargarían" el turismo. "Pero el tiempo acabó dándonos la razón", concluye.

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