Lo que debería ser una jornada de trabajo productiva en pleno verano, se ha convertido en otro capítulo de impotencia para la flota artesanal de Conil. Hace escasos días, la embarcación "Nuevo Ángel Diego" llegaba al puerto con las redes completamente llenas… de algas. Ni rastro de pescado. Solo el manto marrón y espeso de la Rugulopteryx okamurae, el alga asiática invasora que cada año colapsa el litoral gaditano y pone en jaque la supervivencia de la pesca artesanal.
No es un caso aislado. El fenómeno se repite cada vez con más frecuencia en aguas del Estrecho de Gibraltar, y ha convertido el mar en una trampa para decenas de embarcaciones agrupadas en la Organización de Productores Pesqueros Artesanales (OPP72). “Estamos al límite. No podemos más”, claman desde el sector.
El ciclo es tan desesperante como conocido:
? En invierno, los temporales impiden salir a faenar.
? En verano, cuando el pescado alcanza su mayor valor en el mercado, la proliferación del alga lo hace prácticamente imposible.
? Y mientras tanto, las soluciones no llegan.
"Queremos trabajar, queremos pescar, queremos vivir de la mar como siempre lo hemos hecho", expresan con firmeza los marineros, que denuncian la inacción de las administraciones ante un problema que no solo amenaza su forma de vida, sino también la economía local y el equilibrio del ecosistema.
La Rugulopteryx okamurae, originaria del Pacífico, se ha asentado con fuerza en el Estrecho debido al cambio climático y la falta de control biológico. Su capacidad para reproducirse rápidamente y cubrir grandes superficies del fondo marino impide que las redes de pesca capturen otra cosa que no sea esta masa vegetal, arruinando cada salida al mar.
Desde la OPP72 exigen un plan de actuación real, eficaz y a largo plazo, que incluya ayudas directas, alternativas sostenibles de pesca, y acciones concretas de limpieza y control. Lo que está en juego no es solo el presente de los pescadores, sino el futuro de una cultura ancestral que ha dado identidad a Conil y a tantos pueblos del litoral gaditano.
Con las redes vacías y la paciencia agotada, el grito de la flota artesanal de Conil resuena con fuerza: “¡Basta ya!”