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Curioso Empedernido

Úrsula Escritora

Ella escribía de forma clara y contundente, lo que no le restaba profundidad en sus reflexiones y afirmaciones. Incluso cuando padecía más tensión y estrés procuraba calmarse y mirar las cosas lo más objetivamente posible

Era su primer libro, había sembrado un árbol estando en el Colegio Público de su barrio y con apenas diez años, y hoy a sus treinta y seis años tenía dos hijos y por fin iba a ver culminado uno de los grandes deseos de toda su vida de escritora , publicar uno de sus manuscritos.

Llevaba, mucho tiempo  intentándolo, siempre que hablaba con alguien o les enviaba algún ejemplar, la amable respuesta era la misma “no se preocupe que le llamaremos”. Pero pasaron los días, las semanas y algunos años, hasta que por fin la Editorial Divertida, le envío una carta anunciándole que le interesaba aquel proyecto cuyo nombre era bastante sugerente “TONTO DE CAPIROTE”.

No piensen mal, no era la biografía de su marido, tampoco la de un importante político que ocupara los destinos del país, ni tan siquiera la de alguien conocido, sino que a modo de ensayo era un homenaje a la ingenuidad, que en los tiempos que corren no deja de ser un gran mérito, cuando todos van en una carrera sin freno a ver quien vence al otro.

En la primera entrevista con el responsable de la editora, Ediviria Ingeniosa, nuestra Úrsula  quería dejar clara todas las condiciones. Se manejaba como si fuera una gran figura de la literatura, aunque era una persona sencilla y afable, pero estaba segura que aquella obra se iba a convertir en un best seller, un éxito sin precedentes.

Ella escribía de forma clara y contundente, lo que no le restaba profundidad en sus reflexiones y afirmaciones. Incluso cuando padecía más tensión y estrés procuraba calmarse y mirar las cosas lo más objetivamente posible, sin recrearse en sus errores e intentando no repetirlos.

A pesar de ello, no se sentía una escritora modélica, organizada, rica en expresiones y matices, pero si resultaba natural, concreta y fiel a su vida, pero sobre todo comprensible, lo que no era poco mérito en un mundo en el que demasiadas gentes se miran el ombligo y utilizan un lenguaje críptico y ensimismado.

Úrsula poseía esa cualidad innata de las buenas escritoras, ese ingenio de encontrar historias y saber contarlas, ese afán por expresar sus inquietudes a través de la literatura y esa sensibilidad para establecer una gran empatía con sus lectores.

Como buena artífice  en el arte de juntar letras para construir palabras y expresar ideas con naturalidad y elegancia, sin remilgos, circunloquios, vueltas innecesarias ni  almíbares empalagosos, sino que lo hacía con naturalidad y elegancia.

Siempre se había considerado una aprendiza de escritora, aunque desde su curiosidad y su capacidad de observación, tenía una gran sed de conocer sobre todo lo que le rodeaba.

Llegado este momento, tal vez habría que poner en valor lo que  dice el escritor y filósofo francés Bernard Henri Lévy” la literatura es una extraña máquina que traga, que absorbe todos los placeres, todos los acontecimientos de la vida. Los escritores son vampiros”.

No paraba de leer, era como una necesidad, para poder pensar, para poder soñar, para  poder crear, para poder escribir.

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