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Curioso Empedernido

Peroles y Pirulas

Ineficaces, inútiles e impertinentes, dedican todas sus fuerzas y energías a pelotear al mandamás de turno, para situarse y continuar hasta que llegue alguien más impresentable que él

Hay gente que desde los peroles de la política nos intentan permanentemente hacer la pirula. En el horizonte de sus objetivos se convierte en obsesión configurar  la actividad pública como su medio de vida, utilizando todo tipo de trampas y artimañas para conseguir sus propósitos.

Para estos sujetos, entre levantamanos y aprietabotones,  sirven los más increíbles argumentos para generar la confusión y justificar sus intereses económicos y su ausencia de ideas, en aras a un pragmatismo que es la careta de su apego a la cartera, de la filosofía del “ande yo caliente y ríase la gente”.

Tranquilizan  su conciencia,  diciéndose una y otra vez que al fin y a la postre, su actuación debe ser la correcta porque casi todos en su visión de la realidad están  haciendo lo mismo, o sea mintiendo y estafando, lo que además de  mentira no deja de ser un pobre e indeseable recurso dialéctico.

No están preparados para el servicio público y con gran facilidad se sienten superados por las circunstancias, son como dice el refrán que “donde no hay dinero, no hay compañero” y olvidan con frecuencia lo que sostenía Pitágoras “quien sabe hablar, sabe también cuando ha de hacerlo”

Aunque actúan como grandes artistas de la hipocresía y el disimulo, su camino y el de la ciudadanía son como dos líneas paralelas, jamás se encuentran, por lo que nadie entiende como una y otra vez figuran en las listas, y es que la cuestión no es sino de adicción , fidelidad y obediencia ciega a quien las elabora.

Entre peroles y pirulas, pasan más tiempo dormidos que despiertos, más instalados en lo casposo y cutre que comprometiéndose en lo novedoso y crítico. Gustan del reconocimiento social y el medallero por los méritos ajenos, y cada nueva intervención es un cuento más.

Ineficaces, inútiles e impertinentes, dedican todas sus fuerzas y energías a pelotear al mandamás de turno, para situarse y continuar hasta que llegue alguien más impresentable que él, lo que no es un record fácil de lograr.

Cuando abordan algún problema ciudadano; entre falsedades, maniobras y patrañas, intentan parecer interesados en conseguir una solución aunque les importe un pimiento todo lo que caiga fuera de la esfera de su propio yo.

Son muy hábiles para moverse en un campo de minas sembrados de odios y venganzas, desastres y desgracias, en ligar sin importarle ni la ética ni la estética lo político a sus intereses privados, en servir a quienes controlan los aparatos, aunque a decir verdad el aire fresco de las primarias y la democracia interna les pone cada vez las cosas más complicadas.

También en su afán de neutralizar y anestesiar el poder social, intentan eliminar todo lo que huela a participación ciudadana y crítica, anular las  presiones del pueblo soberano y  no concibe que para que una sociedad democrática funcione de manera saludable, ha de tener contrapoderes, desde la oposición política a movimientos sociales.

Aceptan como normal que haya gente excluida, que todos los ciudadanos no somos iguales, que la justicia no es igual para todos, que hay territorios en los que es muy difícil llevar a cabo algunas actuaciones porque la ciudadanía no colabora.

Son mercenarios que como mercancía se venden al mejor postor y hoy serán y dirán una cosa y mañana si hace falta todo lo contrario, han de mirar por sus peroles aunque hayan de hacerle la pirula en cada momento al que no se los garantice.
                                  

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