Tarde o temprano tenía que pasar. Mucho ha tardado. Yo desde luego tenía las carnes abiertas y me lo esperaba. Nos creíamos, en la más simple ingenuidad, que los recortes solamente iban a afectar a nuestras maltrechas economías. Gran error. En esa fiebre desmedida por recortar hasta la respiración, alguien ha decidido recortar por lo sano, por lo más sano y por lo más sagrado.
Alguien ha decidido que la mula y el buey, que siempre han estado presentes en el Portal de Belén de toda la vida de Dios, ya no tienen por qué permanecer colocados detrás de la cuna dándole sabor y color al cuadro, entre otras cosas porque nunca formaron parte de aquella historia. Y es que ha quedado claro para los expertos que ni la mula ni el buey estuvieron en aquella cueva de Belén, sino que en todo caso fueron puestas desde hace mucho tiempo en el pesebre como meros símbolos del calorcito (la mula) y del trabajo duro y callado (el buey).
Eso se ha conservado a través de los siglos y ahora nos vemos como nos vemos. Ya lo podían haber descubierto antes, porque yo por lo menos pasé cada Navidad de mi infancia arreando a la mula y cargando con el buey para ponerlos en su sitio ¿Cómo se quedan? Me imagino que los belenistas tienen que estar subiéndose por las paredes, aunque no deben haberse enterado del tema, porque he visto que siguen en la Plaza del Rey vendiendo mulas y bueyes como si aquí no hubiera pasado nada.
Si esto lo digo yo, pues mira, estaba loco. Nadie me hubiera hecho caso. Si durante muchos siglos se han mantenido esos animalitos al pie del cañón, nadie podría entender que ahora de golpe y porrazo un loco dijera que naranjas de la China, que todo era un cuento entrañable y bonito, pero al fin y al cabo mentira de Pinocho. Sin embargo el problema es que el mismísimo Papa, que de eso debe entender muchísimo, lo ha dejado entrever, aunque yo no comprendo que de eso deba entender muchísimo, cuando hay tantas cosas más importantes en el mundo por las que exprimir las entendederas. Y dicen que el Papa no se equivoca.
Además otros muchos teólogos y entendidos de las cosas del más allá y de algunas muy interesantes del más acá andan diciendo que todo eso es una historia imaginada a través de los siglos para deleite de los niños y entretenimiento de los mayores. Apañados vamos. Total, que entre unos y otros nos van a amargar las Navidades a base de quitarnos de la cabeza historias que habíamos asimilado hasta las trancas.
Ya no se conforman con quitarnos las pagas extraordinarias, sino que se comprende que van a por todas. Es como si quisieran acabar con todo lo que se mueva y comenzar de nuevo con los que sobrevivan, entre los que siempre estarán, como es natural, los que no saben otra cosa que recortar. Sin embargo vamos a ver la parte positiva de la cuestión. Este recorte de las figuras del Portal va a suponer un considerable ahorro, porque la regla de tres no falla y por supuesto a menos figuras menos euros que desembolsar. Algo es algo.
Aunque la cuestión de fondo no es esa, es otra. Hoy han sido la mula y el buey, ayer fue el limbo, que desapareció como el que no quiere la cosa. Después fue el cuento del Purgatorio, donde te quemabas pero solamente un poquito. Más tarde, que si Adán y Eva no fueron personas reales, sino imaginarias. Mañana, ¿qué será mañana? Ya se ve venir también. Por lo visto me acabo de enterar de que los tres Reyes Magos ni fueron tres, ni fueron reyes, ni fueron magos. Y por no ser no fueron ni negros, ni blancos, ni amarillos. Un lío. Y nosotros en el manicomio con el Portal a medio terminar y sin saber qué figuras poner y cuales quitar. Un respeto, señores.