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A(Em)prendiendo

Coherencia líquida

Cualquier empresario necesita ganar dinero, pero no lo conseguirá si no es coherente

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La coherencia es la conexión lógica y armoniosa entre las partes de un sistema. Una persona es coherente cuando lo que piensa, lo que dice y lo que hace está alineado, generando credibilidad y confianza en los demás. Dado que no tenemos el poder de leer las mentes y tampoco de anticipar el comportamiento de los demás, la primera evidencia que solemos tener es lo que alguien dice. Suponemos que lo que se dice debe guardar relación con lo que se piensa, pero algunas personas prefieren decir lo que creen que otros quieren escuchar, a veces porque si dicen lo que realmente piensan no conseguirán convencernos, y otras veces porque no piensan más allá de lo que sus líderes o los medios de comunicación les dicen que deben pensar.

También suponemos que lo que se dice debe guardar relación con lo que se hace, aunque ya dice el refranero que del dicho al hecho hay un gran trecho, y Quevedo nos recordaba que nadie promete tanto como el que no va a cumplir. La hipocresía ha dejado de ser un defecto que se practicaba de forma amateur, y se ha convertido en una habilidad con auténticos profesionales, que son capaces de contradecirse a sí mismos y defender la verdad mientras mienten descaradamente.

Cualquier empresario necesita ganar dinero, pero no lo conseguirá si no es coherente, si dice que busca satisfacer las necesidades de sus clientes, pero realmente no lo piensa, ni su comportamiento lo demuestra. Aquí no vale no tener memoria, ni palabra, simplemente argumentando que se ha cambiado de opinión. Antes o después, se le verá el cartón y algún competidor más coherente acabará por ganarle la partida. Parece que la coherencia queda para quienes saben que si no trabajan no cobran, que si no producen se quedan sin trabajo, que si no facturan tendrán que cerrar su empresa. La coherencia aplica menos en otros ámbitos, que siguen cobrando sin cumplir lo que prometen, o incluso son reelegidos haciendo lo contrario de lo que dijeron.

No es cuestión de pedir milagros, solo coherencia. Aunque si no la tenemos quienes nos dejamos engañar, no tiene mucho sentido pedirla a quienes saben que pueden seguir haciéndolo. La coherencia ya no es sólida. Ya no tiene el valor de una escritura que tenía un simple apretón de manos, ni la solidez de la palabra dada. Se ha vuelto una coherencia líquida, fluida, cambiante y adaptable. Ya lo predijo hace años Groucho Marx cuando dijo “estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

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