Seguimos una semana más con el juego de la oca, apostando todo al rojo. Ábalos va de puente a puente, mientras alguna que otra señorita le sigue la corriente, Koldo de oca en oca esperando para ver a quién es al siguiente que le toca, y Cerdán tendrá que esperar varias partidas sin turno, ha caído en la prisión.
El escándalo socialista es casi de agradecer, ya que este verano no hay ni mundial, ni juegos olímpicos, ni eurocopa, ni nada, y con algo habrá que llenar las anodinas tertulias mañaneras, esas en las que, además de los periodistas de raza, aparecen los cachorritos amamantados por los partidos para soltar la retahíla que le han colocado en el argumentario, sin darse cuenta de lo ridículo que resulta. Qué pena no poder decir lo que uno piensa de verdad, solo por deberse a quien te ha colocado ahí. La sonrisilla que tapa su incompetencia no hace más que resaltar que los partidos se están llenando de personajes con ansias de poder sin ningún tipo de valor para el puesto que desempeñan.
El problema no es solo de ellos –que también– sino de los infinitos mensajes al estilo Mr. Wonderful que plagan las cabezas de las jóvenes generaciones. El “si quieres, puedes” ha hecho más daño que la canción de Jesulín, y el no ser consciente de las limitaciones de cada cual es la causa de las diversas frustraciones, en muchos casos absurdas, a las que nos enfrentamos día a día.
La condición humana es imperfecta por naturaleza, y no podemos separarla de nuestro desarrollo personal. Es imprescindible apoyar el esfuerzo, la dedicación, el tratar de conseguir metas ambiciosas, pero sin perder de vista cuál es la realidad de cada cual y hasta dónde se puede llegar. En caso contrario, tendremos generaciones de personas con la piel muy fina, ofendiditos chinches sin habilidades para desenvolverse en la selva de asfalto. Muchachos que creen que se lo merecen todo porque se lo han repetido desde la cuna.
Podemos quedarnos con la tranquilidad de que nuestro sistema es garantista –qué palabra tan progre– y asegura que los realmente preparados y con las capacidades suficientes llegan a puestos de responsabilidad, solo hay que mirar a Mazón, Montero, Belarra… Seguiremos pagando billetes de avión sin retorno para los expedientes brillantes… “¡Ay, Carmela!”, que tú sí sabías lo que era resistir.