El tiempo en: Jaén

Jerez

Pasarlo ‘de miedo’ en la Feria, pero de verdad, y sin gastar un euro

La ‘calle del infierno’ se erigió este martes en protagonista de la jornada más tranquila desde el encendido del alumbrado

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai

Buen ambiente en el Real este Martes de Feria

El Día de los Cacharritos

Buen ambiente en el paseo de caballos

El martes, “ni te cases, ni te embarques”, salvo que estemos en Feria y quieras ahorrarte unos euros en los cacharritos, que es quizá el lugar conocido más próximo al infierno en el que le dejen estar a uno sin necesidad de palmarla.

Claro que ahorrar, Feria y cacharritos son tres conceptos difícilmente compatibles entre sí en un contexto inflacionista en el que llega a considerarse un chollo pagar cuatro euros por montarse en cualquier cosa que lleve luces de colores.

Luego te quedas dándole vueltas a la cabeza pensando que la unidad de langostino puede llegar a cotizar a siete euros en el albero y llegas a la ilusoria conclusión de que echar un rato en la frontera natural entre el mundo terreno y el infierno sale casi gratis. Te autoconvences de que estás ante una oportunidad que no puedes dejar pasar, y te lanzas a ese submundo de ruido (más todavía) y alquitrán.

Y ahí están los cacharritos, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo, sin Carlos tercero ni tiranos que se abracen como hermanos. Aquí en realidad no hay quien se abrace. Parece como si el albero se reservara en exclusiva todos los afectos sinceros e impostados de esta semana de Feria. Sobre el alquitrán ya nadie conoce a nadie.

Los billetes caen uno tras otro en mostradores de acero inoxidable guarecidos del mundo exterior por mamparas de metacrilato. Es un metro cuadrado de casa rodante donde no suelen faltar un ventilador ni un calendario de pared con la devoción del pueblo en el que tachar los 'días de los cacharritos' que restan hasta el mes de octubre.  

Llegada cierta edad has pasado por muchas situaciones de tensión, desde aquellos primeros exámenes de “todos a la pared” para relatar las tablas de multiplicar hasta el quirófano o el dentista, sin dejar de lado la más temible de todas las experiencias anuales: la ITV. Luego están el IRPF, la factura de la luz, la revisión de la hipoteca…, y es que la vida te pone al límite muy a menudo sin necesidad de montar en parapente.

Pero siempre te encuentras con algo que no contemplabas. Y ocurrió este martes, sobre el alquitrán de los demonios. “¿Nos montamos en la Montaña del Terror?” Y así, de sopetón, se me vino a la cabeza el “miedo, tengo miedo” que cantaba Rocío Jurado. Porque para el dentista e incluso para la ITV tienes una cita previa y un proceso de maduración mental, pero para esto…

A lo lejos se veía el alumbrado led del Real de la Feria e incluso la puerta de salida, pero al otro lado del 'telón de acero' de las vías del tren no había más que ruido y una extraña sensación de haber sido ya condenado a enfrentarme a terrores desconocidos.

Claro que la tarde es larga y siempre se pueden encontrar métodos de distracción que destierren la descabellada idea de montarse en algo que asegura miedos innecesarios. Ahí están las carreras de camellos, tan inocentes; e incluso el látigo, aunque en este caso te preguntas qué pasaría en el supuesto de que se aflojara cualquier tornillo. Los socorridos tropezones, el inevitable Ratón “que te como, que te como”, el tren de los escobazos o los rápidos, donde todo transcurre a una velocidad de vértigo menos la cola para pagar y subir.

Por mucho que quise llegó la hora de la verdad. Allí estaba esperando un Freddy Krueger como recién llegado del 'aliesprés'. Se llevó los tickets, sonó la sirena, se abrió el portón de los sustos y pusimos rumbo a lo desconocido con más miedo que vergüenza.

(No siga leyendo si quiere evitar spoilers).

Tras esta gran fachada de poliéster, acero, plástico reforzado con fibra de vidrio, luces y monstruos varios que aparentan comerse a los niños de tres en tres..., realmente no hay nada que incomode más que la llamada de teléfono de las tres de la tarde que le ofrece el mejor seguro del coche o la tarifa de móvil más barata, con más megas de los que pueda utilizar en el parque González Hontoria por muchas antenas que pongan.

Superado el trance regresé al Real. De camino me tropecé con una muchedumbre dispuesta a comerse lo que fuera, dónde fuera y cómo fuera. Pertrechada la multitud con bolsas de hielo y litros y litros de alcohol procedente de cualquiera sabe qué destilería. El martes de Feria es el día más tranquilo desde que el alumbrado se encendió por primera vez, pero a toda esta gente le da igual.

Apenas eran las diez de la noche. Pasé junto a una caseta con auténticos 'gorilas' apostados ante ella tratando de controlar las entradas y salidas del personal, ensimismado en cachimbas flamencas y ritmos latinos.

Crucé todo el Real -ya iluminado- para alcanzar un autobús en el que casi pudo haberse montado el Carlos tercero de la Puerta de Alcalá, y entonces me acordé del miedo y de mi Freddy Krueger del 'aliesprés', que da mucha menos jindama que todo lo demás.

Y es que en la Feria se puede pasar 'de miedo' -o miedo, directamente- sin gastar un euro.

Ya es miércoles, llegamos al ecuador y se espera reventón en el Real.

Miedo, quién dijo miedo... 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN