El hombre de 35 años que en la noche del martes se presentó ante la Policía Nacional en Jerez para confesar que había matado a su padre, de 56 años, tras una discusión en la vivienda golpeándole con una barra en la cabeza, ha ingresado en prisión este jueves, según han indicado fuentes policiales.
Los hechos
Antonio Notario, de 56 años y su hijo, J.M.N.G. de 35, se habían instalado de okupas en el número 3 de la calle Jorge Manrique, en la barriada del Agrimensor, hace dos años aproximadamente. Eran discretos. “No eran de meterse con la gente ni daban ruido”, explica una vecina del barrio, que asegura que los dos eran “educados” y “con buena presencia”. Al contrario de lo que les había ocurrido con otras experiencias de ocupaciones ilegales de viviendas, en este barrio, donde viven mayoritariamente personas mayores, no estaban molestos con tenerlos de vecinos. “La muchacha de la esquina le dio hasta las gracias desde que cogieron la casa. La limpiaron, la medio acondicionaron a su manera, y gracias a ellos dejaron de meterse gente rara y de haber tantas ratas por la suciedad que había”, señala una vecina, que no se explica qué pudo pasar por la cabeza del varón para acabar con la vida de su padre tras golpearle presuntamente en la cabeza con una barra de acero. Según la declaración que prestó a la Policía cuando el martes a las 21.30 horas acudió a la Comisaría a confesar los hechos y a entregarse, tal y como adelantó este periódico, los hechos se produjeron el lunes a las 12.30 horas, durante una discusión.
En un momento de la pelea, su progenitor intentó agredirle, él consiguió zafarse y le dio con la barra de hierro, falleciendo a consecuencia del golpe. Ahora la autopsia deberá determinar si murió en el acto o quedó inconsciente y agonizó en el tiempo que permaneció en el inmueble hasta que la Policía entró la noche del martes en la casa tras la confesión del presunto homicida, que ha pasado su segunda noche en los calabozos de la Comisaría y está previsto que este jueves pase a disposición judicial. El levantamiento del cadáver no se realizó hasta las 2.00 horas, y este miércoles por la mañana efectivos de la Policía Científica tomaban huellas para una investigación de la que se encargará la UDEV. La vivienda amanecía precintada por el 091. Era casi la única pista, junto a la presencia de medios de comunicación, de que en esta calle había ocurrido algo fuera de lo normal. Pese a se trata de una zona tranquila, ningún vecino oyó el lunes ni una bronca gorda, ni gritos que le hicieran sospechar de la envergadura de este suceso. Ni el lunes, ni ningún otro día. Nadie hablaba de otra cosa.
“Es que lo más que se escuchaba allí era al perro ladrar, el padre lo sacaba todos los días y nos daba los buenos días o las buenas tardes”, señala otra vecina de enfrente de la casa que no se percató de nada hasta que volvía de noche y vio todos los coches de la Policía. Haciendo memoria recuerda que el mismo martes por la tarde vio al presunto homicida. “Estaba sentado fuera de la casa, con la cara blanca y las manos puestas en la cabeza y moviéndola”, explica.
Otra vecina de dos puertas más al abajo apenas los conocía. “No solemos tener contacto con okupas, además es que apenas los veo, hasta hace poco pensaba que la casa estaba vacía”, indica. Más contacto tenía con los dos la dueña de una tienda de ultramarinos de al lado de la calle, que ayer reconocía que se quedó “fría” cuando un cliente le contó la noticia. Había visto al fallecido por última vez hace una semana. “Eran superbuena gente. Gente normal, como nosotros. No me lo hubiera esperado nunca en la vida de ellos. Ha sido una pena. Nos hemos quedado todos helados”.
“Tenia buena presencia”
“Él (por el presunto parricida) estaba separado y tenía dos niños. Era un trabajador currante y había tenido un bar en San Telmo. Tenía buena presencia”, señalaba otra mujer del barrio. “Aquí su vida no la sabemos pero aquí nunca se le ha escuchado una pelea con nadie. Igual fue un calentón”, comentaba otra residente, todavía conmocionada por lo ocurrido. Otros vecinos apuntaban a la posibilidad de que el presunto homicida sufriera algún trastorno mental o tuviera problemas de adicción que podrían haber influido en su comportamiento, un extremo que las fuentes policiales consultadas no confirman y que, en cualquier caso, deberán esclarecerse durante la instrucción del caso. Ahora en El Agrimensor lo que quieren es pasar página y que su barrio “de gente trabajadora” y que “limpiaron hace mucho” no se vincule a sucesos y episodios tan trágicos como el de estos días.