El Día de la Madre no es una simple fecha marcada en el calendario. Es mucho más que una festividad: es un homenaje sincero, profundo y necesario a esa figura única que, en la mayoría de los casos, da todo sin pedir nada a cambio. Ser madre no es solo un rol biológico, es una entrega diaria, silenciosa y constante. Es estar ahí en cada paso, desde el primer llanto hasta los logros más grandes de un hijo ya adulto. Es cierto que, como en todo, hay excepciones, y no todas las mujeres merecen ser llamadas “madre” en el sentido más pleno y noble de la palabra.
Pero hoy no hablaremos de eso. Hoy quiero centrarme en las que sí lo son. En esas mujeres buenas, generosas, sensibles, que hacen de la maternidad un acto de amor inmenso, de esos que dejan huella para siempre. Yo tuve la suerte de tener una madre así. Mi Carmela. Mi querida Carmela. Ya no está físicamente conmigo desde hace algunos años, pero sigue muy viva en mi corazón y en mi alma. Porque por muchas vidas que tuviera, nunca podría devolverle ni la mitad de lo que ella me dio.
Todo lo bueno que hay en mí, se lo debo a ella. Fue una mujer auténtica, fuerte y amorosa, y cada día que pasa la recuerdo con más cariño y admiración. También quiero rendir homenaje a otra madre maravillosa: la madre de mis hijos, mi Loli. Otra gran mujer, otro ser excepcional que tampoco está ya con nosotros. Qué gran pena. Ella me dio el mayor regalo de mi vida: tres hijos maravillosos y, con ellos, la dicha de ser abuelo de tres tesoros llamados Gaby, Zoe y Julia, hijos de mis queridas Cristina y Carmen. Esa herencia emocional y familiar que Loli me dejó es, sin duda, el mayor patrimonio que poseo.
Por eso, para mí, el Día de la Madre es un día sagrado. No es un día más: es un recordatorio del amor más puro, del sacrificio más desinteresado, y del vínculo más profundo que puede existir. Bravo por todas las madres que, como Carmela y Loli, han hecho de la maternidad una forma de amar sin medida. Mujeres de verdad. Mujeres inolvidables. Y aunque también hay quienes han fallado en este papel, esa es otra historia. Hoy, 4 de mayo, celebremos a las auténticas madres, esas que con su ternura, esfuerzo y valentía hacen del mundo un lugar más humano. Feliz Día de la Madre.