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Saboreando

Traición

Y más aún cuando vemos pescado ya enharinado, listo para freír. Un paso más hacia la “comodidad”

Publicado: 20/07/2025 ·
14:38
· Actualizado: 20/07/2025 · 14:39
Autor

Pepe Oneto

Además de cocinero y docente culinario, comunicador, especialmente gastronómico, en prensa escrita, radio, televisión e Internet y escéptico por naturaleza

Saboreando

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La cocina gaditana: un legado que no se debe traicionar. Hablar de la cocina de Cádiz -y por extensión de toda Andalucía- es hablar de una de las joyas gastronómicas más valiosas de España y del resto de Europa. Podemos presumir de una gastronomía auténtica, sana, artesanal y profundamente enraizada en nuestra historia y alma colectiva.

Este patrimonio ha sido forjado por generaciones de hombres y mujeres que, desde sus cocinas, han trabajado con dedicación y respeto para situarla entre las más valoradas. Hoy podemos afirmar con orgullo que la cocina gaditana es una de las mejores: productos de altísima calidad, profesionales apasionados, establecimientos con identidad y, sobre todo, un profundo amor por la tradición.

Ese amor se cultiva en los hogares, de la mano de madres y abuelas, verdaderas transmisoras del legado heredado de todas las culturas que pasaron por nuestra tierra. Ellas han mantenido viva la llama de la cocina tradicional, respetando lo recibido como herencia invaluable.

Y sin embargo, asistimos con preocupación a una peligrosa deriva: la industrialización de nuestra cocina. Lo que comenzó con paellas congeladas ha ido ganando terreno hasta alcanzar emblemas de nuestra identidad.

El caso más simbólico es el de las tortillitas de camarones. Hoy se sirven en muchos locales no desde la tradición, sino desde la conveniencia: tortillitas congeladas, listas para freír. ¿Cómo hemos llegado a permitir que una elaboración tan delicada sea sustituida por un producto industrial?

Aquí quiero dejar algo claro: respeto profundamente a las empresas que elaboran este tipo de productos -desde tortillitas de camarones hasta anillas de calamar o paellas congeladas-. Son compañías que generan empleo, riqueza y que cumplen una función legítima dentro del mercado alimentario. Pero su lugar natural es el ámbito doméstico. No deben ocupar espacio en restaurantes ni bares que presumen de representar nuestra cocina. Porque ahí, el riesgo es traicionar al cliente y a nuestra propia identidad culinaria.

Y más aún cuando vemos pescado ya enharinado, listo para freír. Un paso más hacia la “comodidad”, sí, pero también hacia el empobrecimiento cultural. Enharinar un pescado es un gesto artesanal, una parte del alma de nuestra cocina. ¿De verdad estamos dispuestos a sacrificar eso por unos minutos?

Otro ejemplo aún más triste: las patatas fritas congeladas. Me ha pasado más de una vez pedir unos huevos rotos con jamón y encontrarme con esas patatas prefritas congeladas insípidas. Un auténtico horror. ¿Dónde queda la dignidad de un plato cuando se sustituye la patata natural frita por ese subproducto industrial? Esto no es solo una mala decisión comercial. Es una traición. A nuestros compañeros, a quienes han elevado la cocina gaditana a lo más alto. Por comodidad, por rentabilidad, por falsa eficiencia.

Quien no pueda -por estructura o personal- que no lo ofrezca. Pero que no engañe y, sobre todo, que no traicione. Porque entendemos las dificultades, pero si no se puede ofrecer un plato con el estándar que exige nuestra tradición, lo honesto es no incluirlo en carta. No defraudar al cliente ni al turista que viene buscando lo auténtico.

Nuestra gastronomía es motor de turismo. Mucha gente viene a Cádiz atraída por nuestra oferta gastronómica, nuestros sabores y nuestra autenticidad. Ofrecerles un producto industrial es un fraude y un daño a nuestra imagen como destino gastronómico.

Por eso, hago un llamamiento: basta ya de atajos que sacrifican la esencia. Basta de traicionar lo que nos hace únicos. La cocina gaditana no es solo comida: es historia, cultura e identidad. Y eso merece respeto. Sigamos defendiendo cada receta, cada técnica, cada producto. La cocina es nuestra embajadora más poderosa. Y mientras la cuidemos, Cádiz seguirá sabiendo a gloria.

 

 

 

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